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| jueves mayo 9, 2024

El enfoque estalinista del proceso de paz


«La muerte resuelve todos los problemas», se dice que dijo Josef Stalin; «ningún hombre, ningún problema». Un número significativo de personas influyentes están aplicando ahora la lógica del dictador soviético al conflicto palestino-israelí. Su formulación es tan simple como homicida: «Sin Israel, no hay problema».

Los gobernantes de Irán expresan sin rodeos sus intenciones genocidas. «No retrocederemos ni un milímetro en la aniquilación de Israel», afirmó el general de brigada Abolfazl Shekarchi, portavoz de las fuerzas armadas del régimen. Hezbolá y la Yihad Islámica, peones de Teherán, tienen el mismo objetivo, al igual que Hamás, la organización terrorista que gobierna Gaza (igualmente apoyada por el régimen islamista).

Mahmud Abás, presidente de la Autoridad Palestina (AP) que gobierna la Margen Occidental, es más cauteloso. No pide que se mate a los judíos israelíes, pero ofrece recompensas económicas a los terroristas palestinos y a sus familias.

La oradora principal en la graduación de la Facultad de Derecho de la City University de Nueva York el mes pasado fue Fatima Musa Mohamed, que llamó a «luchar contra el capitalismo, el racismo, el imperialismo y el sionismo en todo el mundo». En las redes sociales, Mousa ha deseado que «todos los sionistas ardan en el pozo más tórrido del infierno». Para que quede claro: antes de la creación de Israel (1948), un sionista era alguien que estaba a favor de la autodeterminación de los judíos en una parte de su patria ancestral. Después de 1948, un sionista pasó a ser alguien que está a favor de que Israel siga existiendo.

El antisionismo es ahora común en los campus universitarios estadounidenses. La Sra. Mohamed lo expresa crudamente. Otros emplean un lenguaje más sofisticado. Así, cuatro reputados profesores –Michael Barnett, Nathan Brown, Marc Lynch y Shibley Telhami– publicaron un ensayo en el número de mayo/junio de Foreign Affairs, la prestigiosa revista del Council on Foreign Relations (CFR), que Elliott Abramssenior fellow de Estudios sobre Oriente Medio del propio CFR, sintetizó así: «Cuando Israel cumple 75 años, Foreign Affairs publica un llamamiento a eliminarlo».

A tal fin, los citados profesores harían que Estados Unidos presionara a Israel para que concediera la ciudadanía a los árabes palestinos de Gaza y la Margen. Los judíos se convertirían entonces en una minoría en Israel, y es de presumir que vivirían bajo la férula de Hamás o de la AP. ¿Qué les ocurriría? La pregunta no parece interesar a los autores del ensayo.

Aproximadamente el 20% de los ciudadanos israelíes son árabes. Una encuesta reciente del Israel Democracy Institute (IDI) reveló que el 77% de ellos «se sienten parte de Israel y comparten sus problemas». Se trata de un porcentaje que ha ido aumentando en los últimos años.

¿Ha logrado Israel la plena igualdad para todas sus minorías? No, pero ¿qué nación lo ha conseguido? Los árabes israelíes disfrutan de más derechos y libertades que las minorías no árabes –o las mayorías árabes– de cualquiera de los más de 20 Estados que se identifican como árabes y los más de 50 que se identifican como musulmanes.

Los árabes israelíes se desempeñan como médicos, enfermeros, abogados, jueces, policías, empresarios y políticos. Algunos se presentan voluntarios para servir en el Ejército israelí.

Estos hechos deberían dejar claro por qué la acusación de que Israel es un «Estado apartheid» resulta ridícula. Pero voy a destacar un comentario de Mohamed el Kurd, corresponsal de la revista The Nation y una de las «100 personas más influyentes del mundo» según la revista Time.

En la pasada Semana de Escritores de Adelaida, El Kurd reconoció que llama a Israel «[Estado] apartheid» no porque crea que el término es exacto, sino porque establece «un cambio cultural en la forma en que la gente aborda y habla de Palestina». “Mientras haya una conversación en la que el villano quede retratado con claridad, creo que eso es bueno».

Quizá por la misma razón, la Asamblea General y el Consejo de Derechos Humanos de la ONU condenan a Israel más que a todos los demás países juntos. Los regímenes que amenazan a los israelíes con el genocidio no son denunciados ni sancionados. Por el contrario, recientemente los miembros de la ONU eligieron por aclamación a la República Islámica de Irán como vicepresidente de la 78ª sesión de la Asamblea General, así como para un puesto de liderazgo en el comité de desarme y seguridad internacional de la Asamblea General. Una gran victoria para un régimen que desarrolla un programa ilegal de armas nucleares, exporta terrorismo, arolla a sus vecinos de Oriente Próximo y oprime a su propia población.

Surgen entonces algunas preguntas. ¿Por qué los autoproclamados defensores de la «causa palestina» no presionan a Hamás y a la AP para que concedan más derechos y libertades a los palestinos de Gaza y la Margen Occidental? ¿Por qué ignoran el hecho de que, si cesaran los ataques terroristas y con misiles desde Gaza y la Margen, también cesarían los contraataques de Israel? ¿Por qué nunca critican a los líderes palestinos por rechazar las ofertas para una solución de dos Estados presentadas en 1937, 1947, 2000, 2001 y 2008? Tampoco mencionan que los dirigentes palestinos siguen rechazando incluso la posibilidad de que un Estado palestino (que, por supuesto, se identificaría como árabe y musulmán) coexista con el Estado judío, en lugar de sustituirlo.

«No queremos la rama de olivo»dijo hace poco un portavoz del ala militar de Fatah, la facción más importante de la AP. «Queremos el fusil, para luchar contra nuestro enemigo, el enemigo de Alá». ¿Cree usted que ese individuo dejaría el fusil si los israelíes se retiraran de la Margen Occidental (arrebatada a Jordania después de que Jordania atacara a Israel en 1967)? La mayoría de los israelíes no lo hacen porque en 2005 se retiraron de Gaza (que habían arrebatado a Egipto en esa misma guerra defensiva) con la esperanza de facilitar un proceso de paz. Conocen los desastrosos resultados de ese experimento.

En el siglo XX, quienes pretendían eliminar a los judíos se llamaban a sí mismos antisemitas. En el siglo XXI, quienes pretenden eliminar al Estado judío se hacen llamar «combatientes por la justicia social», académicos, pacifistas. Ya no se les puede tomar en serio.

© Versión original (en inglés): FDD
© Versión en español: Revista El Medio

 
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