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| martes diciembre 10, 2024

Arabia Saudita, Israel y Estados Unidos


Aparentemente es una historia del regreso de la realpolitiks, a lo Kissinger. Y en el caso de Estados Unidos, un intento de recuperar su rol de “nación indispensable”, que en el medio oriente se puso en duda después que China obtuviera algo que se consideraba muy difícil, como lo era no solo mediar, sino también lograr un acuerdo entre la propia Arabia Saudita e Irán, su rival en el liderazgo del mundo musulmán.

 

Es también un intento para recuperar la relación privilegiada que tuvo con dos de sus principales aliados, y que estaba pasando por momentos de más bajos que altos. Y todo tenía un nombre, la inseguridad que les provocaba la actitud de Washington hacia Irán, que tanto Israel como Arabia Saudita consideraban, crecientemente ambigua.

Desde la peregrinación del presidente Biden a Riad el 15 y 16 julio de 2022, expresamente para ofrecerle sus disculpas al príncipe regente por haberlo calificado de “asesino” en la campaña presidencial del 2020 y que se iría a convertir en un “paria” internacional por el asesinato de un disidente. No solo eso, sino que uno de los principales aliados de USA inició lo que parecía ser un camino propio, con acercamientos a China y a los BRICs, con incipiente aceptación de otras monedas que el dólar para su venta de petróleo, pero ahora todo indica que estaría volviendo a tejer una relación privilegiada con Washington, para que se involucre en lo que podría ser un cambio de época en el medio oriente, si es que se logra en definitiva el establecimiento formal de relaciones entre Israel y Arabia Saudita, que le pondría un sello de legitimidad y normalidad a relaciones que ambos tienen desde hace años, en temas de seguridad.

Este acercamiento ha tenido siempre el nombre de Irán, el principal enemigo de ambos, que ven en el programa nuclear de los ayatolas su principal amenaza, toda vez que nunca ha ocultado el deseo de destruir a Israel, pero también a desalojar del poder a la monarquía saudita, ya que árabes y persas han tenido una relación conflictiva desde hace muchos siglos, al igual que expresan la bifurcación en que se dividió el islam, desde la división en la sucesión del profeta Mahoma, chiitas en el caso de Irán, y Arabia Saudita como el líder de los sunitas.

Y para quienes se sorprenden, bueno sería recordar que lo mismo ocurrió en Europa con las guerras de religión entre protestantes y católicos en los siglos XVI y XVll, solo que en general, el islam todavía no hace el proceso de separación entre iglesia y estado, que lo completó el cristianismo hace mucho tiempo, con el principio de darle al César lo que es del César y a Dios, lo que es de Dios.

Para el presidente Biden podría ser su legado en materias internacionales, toda vez que la guerra de Ucrania no parece que vaya a resolverse en plena campaña electoral estadounidense.

Israel también ha mostrado diferencias con Estados Unidos en relación con el tema de la bomba atómica iraní. No solo ahora, donde los intentos de reforma judicial del gobierno israelí han traído consigo criticas públicas de Biden que todavía no recibe en la Casa Blanca al primer ministro israelí, para visibilizar así su nivel de molestia, ya que el distanciamiento viene desde Obama, con quien Netanyahu discrepó con mucha publicidad, acercándose a sus rivales republicanos, primero en el Congreso, y después con Trump, quien entregó los exitosos Acuerdos de Abraham con algunos países árabes, que incluían los Emiratos y Marruecos. Para que este último diera el paso, USA debió formalmente aceptar la posición de Marruecos en el conflicto del ex Sahara español, lo que produjo un problema para Madrid, como ex ocupante colonial.

¿Qué es lo que pide Israel para satisfacer a Washington?

El apoyo de USA si es que se decide a bombardear las instalaciones nucleares de Irán, probablemente el día que exista evidencia que ha traspasado el umbral sin retorno en que un programa de energía ha dado paso a la bomba atómica.

Israel ha deseado concretar en una relación pública lo que existe desde hace años en términos de seguridad, desde el momento que tanto Jerusalén como Riad, llegaron a la conclusión que USA ya no los satisfacía en el tema iraní, sobre todo, cuando se firmó el acuerdo en la presidencia de Obama. Sin embargo, por las características de la actual coalición de gobierno, Israel todavía no da el paso que han requerido Washington y Riad en relación con los palestinos, con Netanyahu argumentando que no desea que tengan poder de veto en esta negociación, y hasta el momento, encontrando más comprensión en Riad que en Washington.

¿Qué quiere Arabia Saudita?

Como existe una visión común sobre el peligro existencial que representa Irán para ambos, sus peticiones tienen más relación con Estados Unidos que con Israel.

Arabia Saudita desea que Estados Unidos firme un pacto de defensa con el reino al mismo tiempo que no siga adelante con toda intención de revivir el acuerdo con Irán sobre su programa nuclear, ya que existe el convencimiento que los iranies están construyendo su bomba atómica, si es que no la tienen hoy.

En tercer lugar, desean que Estados Unidos los ayude a desarrollar su propio programa nuclear, aunque están dispuestos a contentarse con que sea un programa pacifico. Por ahora, agregaría yo.

Sin duda alguna, y sin que sea un secreto para nadie, el acercamiento entre Israel y Arabia Saudita se debe a Irán, y aunque fracase el establecimiento de relaciones diplomáticas abiertas, el reino seguirá tejiendo esta relación, ya que se siente cómodo con la actual relación de seguridad. También, los sauditas están en una posición de debilidad, y a diferencia de Israel, no tienen forma de defenderse de un ataque nuclear iraní, a no ser que exista un Pacto con USA, y para ello, Israel representa el paragua que por ahora necesitan, además, que probablemente un ataque aéreo israelí a Irán necesitaría pasar por su territorio.

Indudablemente, si USA es capaz de satisfacer a ambos, se abriría una nueva etapa en el medio oriente, dado el peso simbólico del país donde están algunos de los más importantes lugares del islam, como lo son La Meca y Medina, sin contar el peso económico de un gran productor y exportador de petróleo.

El tema palestino es importante para Arabia Saudita dado su liderazgo en el mundo árabe e islámico, pero más lo es su temor a Irán.

Y en relación con los palestinos, sigue siendo un tema de gran relevancia en la calle y en las masas de todos los países árabes, pero hoy hay un distanciamiento, casi aburrimiento, con la dirigencia, tanto de la OLP como de Hamas.

Egipto abrió un camino, cuando con mediación de Estados Unidos, Sadat viajó a Jerusalén en 1977, lo que le costaría la vida en un atentado en 1981.Obtuvo la devolución de todo territorio conquistado en guerra por Israel, y un paso posterior vino con los Acuerdos de Abraham, que fueron distintos, en el sentido que no solo hubo embajadas, sino también deseos de hacer negocios y turismo, es decir, no solo autoridades, sino una mayor normalidad en la relación de los pueblos, lo que más bien ha estado ausente en la paz, tanto con Egipto como con Jordania.

En todo caso, acceder a lo que los otros esperan de cada país, tiene obstáculos internos, en todos ellos. En el caso de Estados Unidos, un acuerdo con el reino y su trayectoria problemática en derechos humanos probablemente tendría una fuerte resistencia, sobre todo, entre demócratas y en plena campaña presidencial, debido a que no solo no hay democracia ni libertad de opinión o igualdad religiosa, sino que también existe una abierta discriminación hacia las mujeres.

Y por su parte, para Israel acceder al petitorio con los palestinos y poner fin al poblamiento de Judea y Samaria (Cisjordania) con nuevos colonos principalmente religiosos, con cierta probabilidad sería el fin de la actual coalición de gobierno, y la convocatoria a nuevas elecciones, que, de alejar a Netanyahu del poder, podrían originar su procesamiento por las acusaciones de corrupción electoral, lo que ha buscado evitar durante tanto tiempo con su protagonismo político.

En el caso de Arabia Saudita, ha demostrado comprensión de las dificultades de Netanyahu, y tiene confianza que hoy Israel es el país que parece tener la voluntad y los medios para confrontar a los ayatolas, incluyendo éxitos en la guerra por aproximación que Irán ha mantenido en las fronteras de Israel, a saber, Siria (donde los enfrentamientos han terminado en victoria israelí), como también grupos que financia y patrocina Teherán, como lo son como lo son Hezbolá en El Líbano, y Hamas y la Yihad Islámica, en Cisjordania y Gaza, sobre todo esta última. Pero, ello no es suficiente.

Arabia Saudita ha sufrido la guerra con los Hutíes que con apoyo de Irán ha logrado atacar a la producción petrolera en Arabia Saudita misma, y aunque no es una democracia, no hay duda de que tendría un problema en su propio territorio, en caso de firmar un acuerdo de normalización con Israel.

Así es, ya que es un problema que todavía está presente en el mundo árabe, donde décadas de transformar a Israel en un demonio y el peor lugar del mundo, ha conducido -con ayuda de la ONU- a una situación en que probablemente la mayoría de la población no va a entender lo que está ocurriendo, con excepciones como los Emiratos, ejemplo de éxito de los Acuerdos de Abraham.

Es quizás la principal razón por la cual hoy Arabia Saudita necesita remover al tema palestino de la negociación. Y quizás, aún más la Casa Blanca, dada su creciente importancia en la base demócrata, el preocupante antisemitismo que existe en Europa y en USA en particular, y la violencia creciente hacia los judíos e Israel, en el más inesperado de los lugares, como son los campus universitarios.

El problema para Israel es uno que está presente en todos los rechazos a propuestas de paz y de devolución de territorios, primero en el mundo árabe desde 1948 hasta Egipto y los Acuerdos de Camp David en 1978. Y desde la implementación inicial de los Acuerdos de Oslo, el rechazo palestino a todas las iniciativas de paz israelíes, por ejemplo, entre otras las de los ex primeros ministros Ehud Barak y Ehud Olmert, sin que haya existido hasta hoy contraofertas que permitieran continuar las negociaciones, como lo han ilustrado y se han quejado expresidentes de USA en sus memorias, como es el caso de Bill Clinton.

La pregunta es: ¿Cómo se hace si no se encuentra un interlocutor?

Con Oslo, Israel dio un paso que no se esperaba, como fue contribuir a sacar a Arafat de su aislamiento del mundo árabe en que se encontraba en Túnez, después de haber apoyado la invasión de Sadam a Kuwait. Israel pensó que Arafat, como padre del nacionalismo palestino, tenía la fuerza y los seguidores como para transformarse en el interlocutor. Se equivocó ya que faltaba la convicción y solo logró el retorno de la violencia, vía Intifadas.

Tampoco lo fue su sucesor Mahmud Abas, quien asumió la presidencia hace años, pero junto a la ocupación terminó con las esperanzas de democratización, ya que se eternizó en el poder y sigue sin llamar a elecciones, seguramente porque al igual que en Gaza, estas serían ganadas por Hamas o por una alternativa aún más radical en su odio a Israel.

Israel abandonó El Líbano el año 2000, solo para que el sur de ese país fuera ocupado por Irán a través del movimiento Hezbolá y se retiró del todo de Gaza el 2005, llevándose sus tropas hasta el último, de los colonos, con lo que oficialmente se transformó en un territorio libre de judíos, solo para obtener el golpe de estado de Hamas contra la autoridad palestina, la expulsión de esta, y desde entonces, surtidos ataques terroristas que lo han obligado a volver varias veces, por las guerras iniciadas desde ese territorio, que no han causado más muertes solo por el desarrollo de un muy eficiente escudo protector de cohetes y misiles, que ha logrado salvar las vidas de inocentes civiles.

En ambos, Israel y Arabia Saudita se ha desarrollado una profunda desconfianza hacia los acuerdos de Washington y países europeos con Irán, porque el dinero ya devuelto que se cuenta en muchos miles de millones de dólares, ha servido para financiar una mayor agresividad y subversión iraní, no solo en ambos, sino a través de todo el mundo árabe, y con un largo brazo terrorista, tal como es testigo Buenos Aires y los bombazos a la embajada de Israel, y a la AMIA, que sigue siendo el principal atentado en la historia de América Latina.

Para Arabia Saudita también es relevante el caso de Irak, conde la invasión en la segunda guerra del Golfo y el derribamiento de la dictadura de Sadam Husein trajo consigo, como consecuencia no querida, que, desde el punto de vista de la seguridad, Irak es hoy un cuasi protectorado de Teherán, en vez de ser su principal enemigo en una larga guerra, exactamente lo que no quiere el reino saudita.

En las negociaciones con Israel, aunque ha demostrado comprensión de los problemas de Netanyahu, Arabia Saudita sigue públicamente amarrada a lo que siempre ha dicho, desde el inicio del acercamiento, que habrán relaciones plenas con Israel solo después que todos los territorios que capturó en 1967 sean regresados a sus vecinos, es decir, la llamado “línea verde”, agregando como condición, el nacimiento de un estado palestino independiente, lo que podría significar una situación difícil de manejar para Netanyahu y la actual coalición, a no ser que como consecuencia de esta medida histórica, y como otras veces, en guerra y situaciones especiales, se forma una coalición de unidad nacional, de derecha a izquierda, lo que también es muy difícil, dada la presencia de Netanyahu, y sus problemas judiciales.

En definitiva, como todo proceso y negociación compleja, hay fuerzas que conducen a un acuerdo, así como también hay motivos que alejan a países y gobiernos de lo que parece tan razonable. Incluso hay influencias cruzadas, porque los tres requieren concesiones que dependen de los otros dos.

Mas aun, dadas las dificultades que tendría el presidente Biden para convencer a sus propios partidarios, reticentes a ver una Arabia Saudita en el camino nuclear, debido a las características de su régimen, y dada la polarización actual de Estados Unidos y la casi imposibilidad de llegar a consensos y políticas de Estado en Washington, también necesita la Casa Blanca a Netanyahu para incorporar a este acuerdo a un siempre reticente partido Republicano, deseoso de negarle un éxito a los demócratas, después de la oposición total que estos le hicieran al gobierno anterior, sabedores además, que de regresar Trump al gobierno, encontraría oídos receptivos, tanto en Jerusalén como en Riad.

Arabia Saudita quiere que esto sea el punto de partida de un reino que será remodelado bajo su actual y futuro regente, el Príncipe Mohamed Bin Salman, tan autócrata como sus predecesores, pero al parecer deseoso que el acuerdo con Israel y Estados Unidos, sea el inicio o confirmación de un proceso modernizador que lleve a su país al siglo XXI, y a un futuro en que quizás se deba vivir con una relevancia disminuida del petróleo, lo que se ve todavía lejano, pero donde al menos los Emiratos llevan algún tiempo preparándose para ese futuro.

En el caso de Israel, estos vaivenes con Estados Unidos es una confirmación de lo que siempre ha pensado buena parte de su elite política y de seguridad, que tan malo como confrontar a USA es que su defensa dependa solo de ella, tal como pueden atestiguarlos gobiernos aliados, que lo fueron hasta el día en que USA anunció un cambio de opinión, como, por ejemplo, en los casos de Vietnam del Sur, Irak y Afganistán, con las consecuencias de derrota, por todos conocidas.

Es la razón, por la que se justifica en un país pequeño una industria de defensa de nivel mundial, y también, para beneficio de USA, esta independencia no solo le da autonomía a Israel, sino que también ha permitido que a diferencia de otro aliado como el Reino Unido, nunca se hayan necesitado tropas de USA para pelear las guerras que les han sido impuestas, lucha donde no ha habido complejos, como atestigua el hecho que si Irak hubiera tenido el poderío nuclear que fue eliminado en 1981 en la Operación Ópera de la aviación israelí, a pesar de la casi habitual condena que recibió de Europa y otros lugares, quizás esa invasión no hubiese tenido lugar.

En condiciones del desafío chino a todo nivel, si USA desea conservar el cetro de la principal superpotencia del mundo, la enseñanza es, sobre todo, lo que una superpotencia nunca debe hacer con países aliados. Ni las acusaciones a Arabia Saudita como tampoco inmiscuirse en política interna, tomando posiciones para favorecer o perjudicar a algunos lideres, en desmedro de otros.

Le ocurrió a USA con el retorno de Lula en Brasil, que una vez electo, y a pesar de los gestos de buena voluntad de Washington, no ha tenido pudor alguno en acercarse a China y Rusia, y también con Netanyahu, y el hecho de que Netanyahu confrontó a Obama, no es argumento suficiente, ya que por definición el comportamiento de la superpotencia debe ser diferente, y nunca debe privarse de la posibilidad de ejercer influencia en quien tiene el poder, mientras lo tenga. Es la enseñanza casi eterna de la escuela realista de las relaciones internacionales y de los consejos todavía vigentes de Maquiavelo para los gobernantes.

Ahora USA ingresa a elecciones presidenciales, proceso lleno de situaciones que pueden acelerar o retardar su participación en un posible acuerdo, donde ni siquiera sabemos si este será el legado del presidente Biden, de si este será en definitivo candidato, dados sus problemas de salud, y si algún proceso judicial logrará descarrillar la campaña de Trump.

O si una posible negociación en la guerra de Ucrania, al igual que la invasión rusa creará un nuevo escenario internacional, que necesite de la atención total de Washington.

No lo sabemos, si sabemos que, si no se logra un Acuerdo público entre Arabia Saudita e Israel, de todas maneras, continuará la muy buena relación que han construido ambos países en materia de seguridad. Es mucho lo que han invertido, y pagado, sobre todo costos variados, en el caso de Arabia Saudita.

Es, también, mucho lo que el temor a Irán los acerca, algo que Occidente no termina de entender o aceptar.

@israelzipper

PhD. en Ciencia Política (Essex University), Abogado (Universidades de Chile y Barcelona), excandidato presidencial (Chile, 2013)

 
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