B’H
Levítico 6:1-8:36
Di-s ordena a Moshe transmitir a Aarón y sus hijos sobre sus obligaciones y derechos como Kohanim (sacerdotes) que ofrecen Korbanot (ofrendas animales y vegetales) en el Santuario.
El fuego en el Altar siempre tiene que estar encendido. En el mismo son quemadas completamente las Ofrendas de Elevación; grasas de las ofrendas de Paz, Pecado y Culpa; y el “puñado” separado de las Ofrendas Vegetales.
Los Kohanim comen la carne de las ofrendas de Pecado y Culpa y los restos de las Ofrendas Vegetales. La Ofrenda de Paz es comida por aquél que la trae, excepto por las partes específicas que son entregadas al Cohen.
La carne sagrada de las ofrendas es comida por personas ritualmente puras, en su lugar santo designado y dentro del período de tiempo especificado.
Aharon y sus hijos permanecen dentro del recinto del Santuario por siete días, durante los cuales Moshe os inicia en el sacerdocio
FUEGO ETERNO
Según nuestros Sabios las ofrendas presentadas en el Altar eran quemadas por un fuego celestial. Sin embargo se ordenaba que los kohanim encendieran el fuego. ¿Qué aprendemos de esto? Las bendiciones Divinas provienen del Cielo, es sabido, pero para recibirlas tenemos que poner algo de nuestra parte, ¡ENCENDER NUESTRO FUEGO!
VELOCIDAD EN TRES DIMENSIONES
Y así lo comerán: con sus caderas ceñidas, sus zapatos calzados, y sus bastones en mano. Cómanlo de prisa, es una ofrenda Pesaj a Di-s.
– Éxodo 12:11
Nuestros empeños en la vida pueden dividirse en tres categorías generales:
Primero está la atención a nuestras propias necesidades, el desarrollo de nuestros potenciales y la mejora de nuestro carácter.
Luego está nuestra involucración con el entorno: cada uno de nosotros tiene su propio «mundo miniatura» -familia, profesión, círculo social, los recursos naturales que consumimos o desarrollamos- las personas y cosas con que entramos en contacto directo e influenciamos para mejor o (Di-s libre) para peor.
Por último, está el macro-universo: sucesos mundiales, desarrollos históricos, la Creación como un entero.
Mientras muchos de nosotros podrían considerar esto más allá de su esfera de influencia, cada uno de nuestros actos y empeños incide hondamente en el mundo en que vivimos, seamos o no conscientes de ello.
Pesaj marca nuestro nacimiento como nación, el momento en que Di-s extrajo «una nación de las entrañas de otra nación`, otorgándole el regalo de la libertad y facultándola para concretar Su bondad y perfección en sus propias vidas y en el mundo que El creó.
Un tema clave en la historia del Éxodo es la «prisa»: los hijos de Israel son descriptos como habiendo «huido» de Egipto’; la matzá es el pan que no fermentó porque fuimos «expulsados de Egipto y no pudimos demorarnos»‘; y el Korban Pesaj (la Ofrenda Pascual), la llave hacia la redención y el eje alrededor del cual gira toda la festividad de Pesaj, era comido «de prisa»
La prisa de Pesaj enfatiza que la vida, para el judío, nunca más volverá a ser la experiencia estática y pasiva que fue para el clan de esclavos hebreos bajo el cautiverio egipcio.
La vida ha de ser un movimiento vigoroso, energizado hacia adelante, una incesante búsqueda de avance y logro.
El estado de prisa en que tuvo lugar el primer Seder en Egipto se expresó de tres maneras: «Sus caderas ceñidas, sus zapatos calzados, y sus bastones en mano».
Estas se corresponden con las antes delineadas tres dimensiones del movimiento hacia adelante de nuestras vidas: nuestro propio desarrollo, nuestro efecto sobre el entorno inmediato, y nuestro rol universal.
Las caderas, que son «la base que sostiene el cuerpo entero», representan al ser humano como individuo. Los pies son los medios de locomoción de la persona, con los que se moviliza de sus espacios e intereses privados para establecer contacto con sus semejantes y con su medio ambiente.
Equipa los pies con zapatos y les permites negociar su camino a través del suelo enemigo que de otra manera impediría su movimiento de un lugar a otro. Pies calzados, así, representan nuestra capacidad de viajar desde el enclave del propio ser para influir sobre lugares e individuos que están más allá del alcance de un «pie descalzo», una personalidad atada al hogar.
Pero el hombre es más que un viajero a pie en la vida.
Es único entre sus camaradas criaturas en que él hace uso extensivo de «herramientas», elementos de su adaptación que le permiten manipular su ambiente de maneras en que no podría hacerlo con sus propias facultades y capacidades «naturales». Si a duras penas puede levantar el equivalente de su propio peso con sus dos manos, ha aprendido a mover literalmente montañas con las máquinas que inventa.
Si sus dos piernas lo pueden llevar apenas tan lejos tan rápido, ha recorrido las profundidades del mar y las alturas astronómicas con vehículos de su invención.
En ello radica la importancia del tercer marcador de la premura del éxodo – «sus bastones en mano».
El «bastón» representa la convicción singularmente humana de que nada es imposible, que siempre podemos encontrar una manera de extender nuestro alcance más allá de la distancia dictada por el trecho de nuestro brazo natural. Que cada uno de nosotros posee la capacidad de influir positivamente a toda la gente, elementos y sucesos de nuestro mundo, por más distantes y foráneos que pudieran parece. (www.es.chabad)
Por qué mueren las civilizaciones
Rav Jonathan Sacks
En su libro «The Watchman Rattle – Thinking our way out of extinction», Rebecca Costa plantea un relato fascinante respecto a cómo mueren las civilizaciones. Sus problemas se vuelven demasiado complejos. Las sociedades llegan a lo que ella llama un umbral cognitivo. Simplemente no pueden trazar un camino desde el presente hacia el futuro.
El ejemplo que ella da son los mayas. Durante un período de 3.500 años, desde el 2.600 AEC hasta el 900 EC, los mayas desarrollaron una civilización extraordinaria, difundida por todo lo que hoy es México, Guatemala, Honduras, El Salvador y Belice, con una población estimada en 15 millones de personas.
No sólo eran maestros alfareros, tejedores, arquitectos y agricultores. También desarrollaron un intrincado sistema de calendario cilíndrico, con cartas celestes para seguir los movimientos de las estrellas y predecir patrones meteorológicos. Ellos tenían su propia forma de escritura y un avanzado sistema matemático. Y, lo más impresionante, desarrollaron una infraestructura de abastecimiento de agua que incluía una compleja red de embalses, canales, presas y diques.
De repente, por razones que todavía no podemos llegar a comprender por completo, todo el sistema colapsó. En algún momento, entre mediados del siglo VIII y del IX, la mayoría del pueblo maya simplemente desapareció. Hay muchas teorías respecto a qué ocurrió. Puede haber sido una sequía prolongada, la superpoblación, las guerras internas, una epidemia devastadora, escasez de alimentos o una combinación de estos y otros factores. De una u otra forma, tras haber sobrevivido durante 35 siglos, la civilización maya fracasó y se extinguió.
El argumento de Rebecca Costa es que cualquier cosa que haya causado el colapso maya, como la caída del imperio romano o del imperio jemer del siglo XIII en Camboya, ocurrió porque los problemas se volvieron demasiados y demasiado complicados para que la gente de la época pudiera resolverlos. Había una sobrecarga cognitiva, y los sistemas colapsaron.
Esto puede ocurrirle a cualquier civilización. Ella dice que también puede estar ocurriéndole a la nuestra. La primera señal de colapso es la paralización. En vez de abordar lo que todos pueden ver que son problemas importantes, la gente sigue como siempre y simplemente transmite sus problemas a la siguiente generación. La segunda señal es el retroceso a la irracionalidad. Como la gente no puede hacer frente a los hechos, se refugia en consuelos religiosos. Los mayas comenzaron a ofrecer sacrificios.
Los arqueólogos descubrieron espantosas pruebas de sacrificios humanos a gran escala. Aparentemente, al ser incapaces de resolver sus problemas racionalmente, los mayas se enfocaron en aplacar a los dioses haciéndoles ofrendas. Y aparentemente lo mismo ocurrió con el imperio jemer.
Lo que hace fascinante el caso de los judíos y el judaísmo. Ellos enfrentaron dos siglos de crisis bajo el dominio romano desde la conquista de Pompeyo en el año 63 AEC y el colapso de la rebelión de Bar Kojba en el 135 EC. Estaban irremediablemente divididos en facciones. Mucho antes de la Gran Rebelión contra Roma y la destrucción del Segundo Templo, los judíos esperaban un gran cataclismo.
Lo notable es que ellos no se enfocaron obsesivamente en los sacrificios, como los mayas y los jemeres. En cambio, se enfocaron en encontrar sustitutos para los sacrificios. Uno de ellos fue guemilut jasadim, actos de bondad. Rabán Iojanán ben Zakai consoló con las siguientes palabras a Rabí Iehoshúa, quien se preguntaba cómo expiaría Israel sus pecados sin sacrificios: «Hijo mío, tenemos otra expiación tan eficaz como esta: los actos de bondad; como está escrito (Oseas 6:6): «Deseo bondad y no sacrificios» (Avot de Rabí Natan 8).
Otro sustituto fue el estudio de la Torá. Los sabios interpretaron las palabras de Malaquías (1:11): «En todo lugar se presentan ofrendas a Mi Nombre», como una referencia a los eruditos que estudian las leyes de los sacrificios (Menajot 100a). «Quien recita el orden de los sacrificios es como si los hubiera ofrendado» (Taanit 27b).
Otro era la plegaria. Oseas dijo: «Lleva contigo palabras y retorna a Dios… Ofreceremos la ofrenda de nuestros labios» (Oseas 14:2-3), implicando que las palabras podían ocupar el lugar del sacrificio. «Quien reza en la casa de plegarias es como su llevara una ofrenda pura» (Talmud Ierushalmi, Brajot, perek 5, halajá 1).
Otro sustituto era la teshuvá. El Salmo (51:19) dice: «Los sacrificios de Dios son un espíritu contrito». A partir de esto los Sabios infirieron que «si una persona se arrepiente, se le considera como si hubiera ido a Jerusalem, construyera el Templo y el altar y ofreciera sobre él todos los sacrificios ordenados en la Torá» (Vaikrá Rabá 7:2).
El quinto era el ayuno. Dado que no comer disminuye la grasa y la sangre de la persona, eso se contaba como un sustituto de la grasa y la sangre de un sacrificio (Brajot 17a). El sexto sustituto era la hospitalidad: «Mientras el Templo estaba de pie, el altar expiaba por Israel, pero ahora la mesa de la persona expía por ella» (Brajot 55a).
En retrospectiva, resulta sorprendente que en vez de aferrarse obsesivamente al pasado, los sabios como Rabán Iojanán ben Zakai pensaran en el futuro ante el escenario de «en el peor de los casos». La gran pregunta que plantea la parashá Tzav que trata sobre las diferentes clases de sacri¡ficios, no es: «¿Por qué se nos ordenó hacer sacrificios?», sino más bien: Dado lo fundamental que eran los sacrificios para la vida religiosa de Israel en los tiempos del Templo, ¿cómo sobrevivió el judaísmos in ellos? La respuesta breve es que la inmensa mayoría de los profetas, sabios y pensadores judíos de la Edad Media comprendieron que los sacrificios eran representaciones simbólicas de procesos de la mente, el corazón y la acción, que también podían expresarse de otras maneras. Podemos encontrar la voluntad de Dios mediante el estudio de la Torá, comprometernos al servicio a Dios mediante la plegaria, hacer sacrificios económicos a través de la caridad, crear una comunidad sagrada a través de la hospitalidad, etc.
Los judíos no abandonaron el pasado. En nuestras plegarias, seguimos refiriéndonos constantemente a los sacrificios. Pero ellos no se apegaron al pasado. Ni buscaron refugio en lo irracional. Pensaron en el futuro y crearon instituciones como la sinagoga, la casa de estudios y la escuela, que podían construirse en cualquier lugar y mantener la identidad judía incluso bajo las condiciones más adversas. Eso no es poca cosa. Todas las grandes civilizaciones del mundo con el tiempo se extinguieron, mientras que el judaísmo siempre ha sobrevivido. En cierto sentido, sin duda se debe a la Providencia Divina. Pero por otra parte, fue también la previsión de personas como Rabán Iojanán ben Zakai, que resistieron el colapso cognitivo, crearon soluciones hoy para los problemas de mañana, no buscaron refugio en lo irracional y construyeron en silencio el futuro judío.
Sin duda hay aquí una lección para los judíos de hoy en día: planificar para las generaciones futuras. Pensar por lo menos 25 años hacia el futuro. Contemplar los peores escenarios posibles. Preguntarnos qué haríamos si… Lo que salvó al pueblo judío fue su capacidad, a pesar de su fe profunda y verdadera, de no abandonar nunca el pensamiento racional, y a pesar de su lealtad hacia el pasado, seguir planificando el futuro.(Aishlatino.com)
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