En apariencia, la única similitud entre ambos asesinatos es que las dos víctimas eran judías. Nemtsov por parte de madre (Eidman, de apellido materno) y Nisman por parte de ambos progenitores. Pero como esa condición no motivó sus asesinatos, sólo tiene el valor de constatar cómo un pueblo tan pequeño proporciona tanta gente notable a la historia de la humanidad. En este caso, un líder ruso brillante y un fiscal argentino valiente, ambos entregados a la ardua tarea de luchar contra gigantes. Pero más allá de esta contingencia y de ser de la misma generación, ¿Tenían algo en común? Y la respuesta parece rotunda: nada. Países, continentes y hemisferios distintos, biografías dispares, circunstancias diversas e, incluso, causas sin ningún punto en común. El fiscal Alberto Nisman y el físico nuclear y líder político Borís Nemtsov no se parecían en nada en vida, y sin embargo se parecen mucho en la muerte, tanto que algún Plutarco moderno podría escribir una de sus magníficas Vidas paralelas.
El primer paralelismo se centra en los dos presidentes a los que tanto Nisman como Nemtsov se enfrentaron. Putin y Cristina se parecen en lo sustancial: ambos practican un golpe de Estado blando que vacía de contenido las estructuras democráticas. Ambos tienen una zona oscura en su presidencia, donde se cuece el desprecio a la independencia de poderes, la persecución a la prensa libre, el acoso a opositores y el uso del relato conspirador cada vez que su mesiánica figura es puesta en evidencia. Incluso coinciden en la paranoia antiamericana, y si uno intenta recuperar la idea de la gran Rusia a base de mover tanques, la otra cocina memorándums con Irán mientras aliena Argentina con el eje bolivariano. En ambos casos, las víctimas se les enfrentaron directamente, sufrieron amenazas de muerte y han sido asesinadas. Y en ambos casos amplias capas de la población, periodistas, opositores y una parte de la opinión internacional miran hacia la presidencia y elevan hirientes sospechas.
El segundo paralelismo tiene que ver con la enorme valentía que tanto Boris como Alberto demostraron en su acción pública, sin importar el riesgo asumido. Nemtsov denunció la represión de Putin, convocó manifestaciones, se enfrentó a la guerra de Ucrania y poco antes de morir avisó que Putin podía hacerlo desaparecer. Nisman intentó poner luz a la oscuridad del atentado más sangrante de Argentina, puso nombre y apellidos iraníes a los asesinos y, cuando creyó tener las pruebas, acusó a la presidenta de vender a las víctimas por negocios espurios con sus verdugos. También dijo, poco antes de morir, que podían asesinarlo. Finalmente, murieron bajo las balas, dejando en shock a su país y a todos los que amamos la libertad. Líderes de sus causas, sus asesinatos los han convertido en héroes, y de ahí nace la tragedia, porque, ya lo avisó Bertolt Brecht, desgraciado el país que necesita héroes.
Muy Lamentablemente has sido asesinados por haber sido honestos, eticos y un ejemplo de integridad. Una amenaza para la infamia. No han pasado en vano por este mundo. Necesitamos más hombres justos