Dr. Julio María Sanguinetti
Ex presidente de la R.O. Uruguay
Publicado en “Correo de los Viernes” del 30 de setiembre de 2011
El pueblo judío celebra su nuevo año, el 5772. Como para todo pueblo, ese eterno retorno del calendario es mito y realidad, renovación de esperanzas, pausa en los trabajos y los días. En el caso, años de lucha por su sobrevivencia e identidad le han dado a esa celebración un significado especial. No es un mero ritual. Es un compromiso, es un acto de afirmación, de ratificación de valores.
Naturalmente, en un momento así es inevitable la mirada hacia Israel, porque si la cultura judía está en la raíz de Occidente y quienes se reconocen como judíos poseen ciudadanía de los diversos países en que han vivido sus familias, Israel es el emblema de todos ellos. Para cualquier judío es un hogar, su hogar milenario, aunque viva en otra parte. Y para quienes no lo somos, pero creemos en los valores de la libertad y dignidad humanas, es un bastión de nuestras creencias.
Desgraciadamente, Israel sigue bajo asedio: acoso psicológico, difamación política, agresión constante, amenaza permanente, aun de Estados, como Irán, que integran Naciones Unidas pero no tienen reparo en proponer su extinción ante la timidez cómplice del resto de sus miembros.
Estos días hemos asistido a la instalación oficial del reclamo palestino de independencia. Nadie duda de que ese Estado debe existir. Debió serlo en 1948, cuando Naciones Unidas creó ambos Estados, el judío y el árabe. Y si así no ocurrió fue por la intransigencia de fundamentalistas que no aceptaron la existencia de un Estado judío. El otro camino, el sensato, el que imaginó entonces la comunidad internacional, hubiera ahorrado sesenta y tantos años de luchas y guerras, sangre y miedos. La diferencia está en que mientras Israel en ese lapso se transformó en una sociedad moderna y evolucionada, los demás no han encontrado aún ni la estabilidad política ni las condiciones mínimas de la equidad social.
Esa proclamación de independencia jurídicamente no cuajará por el solitario veto norteamericano, pero es lamentable la enorme mayoría que se ha configurado para sostener una independencia que el propio Israel no niega pero sobre la base de una equilibrada asunción de derechos y obligaciones. Reconocer el nuevo Estado palestino hoy, sin un diálogo con Israel, es acentuar el clima de enfrentamiento. De ese modo no se construye la paz. Si hoy tiene sentido una negociación es para que uno busque su reconocimiento oficial, su incorporación a la comunidad de Estados, y el otro conseguir la paz para vivir con normalidad. Si al primero ya le regalamos su estatus de Estado, a cambio de nada, seguiremos en las mismas. O algo peor aun, porque es otro Estado que exige que se le reconozca como tal pero que no acepta el derecho a la existencia pacífica del otro.
Esto es claro como el agua y si no se reconoce es por el temor de muchos Estados europeos a sus minorías musulmanas que anidan grupos fundamentalistas, o por antiyanquismo de otros, o por antisemitismo en algunos, o aun por intereses en ciertos casos. El hecho es que Israel debe defender sus derechos casi en solitario, con el apoyo singular de los EE.UU.
Realmente lamentamos que así se planteen las cosas. Y lamentamos que nuestro país no asuma en plenitud este razonamiento, en acuerdo con su tradición. Nuestro Canciller, incluso, apareció ampliamente fotografiado como el único que se puso de pie con entusiasmo a aplaudir el pronunciamiento del Presidente de la Autoridad Palestina, exteriorizando gestos incompatibles con la prudencia diplomática y el respeto a la opinión pública uruguaya.
A nosotros no nos llama demasiado la atención. El Frente Amplio incubó siempre un claro espíritu de complicidad con el terrorismo palestino. ¿En qué acto frentista, desde hace años, no hubo banderas palestinas? Por supuesto, en lo formal, especialmente el Presidente Vázquez, hacía gala de su actitud afirmativa para con Israel, pero al mismo tiempo no hablaba claro hacia lo interno de su partido. Navegó siempre en la dualidad, como es su estilo. Por eso estuvo un día en la asonada protectora de los etarras en el Hospital Filtro (1989) mientras proclamaba la paz universal. Ahora pasa lo mismo. El Presidente Mujica hace gorjeos simpáticos al pueblo judío y al mismo tiempo aplaude a los que le asesinan, en una confusión moral y jurídica muy peligrosa. Se confunde el derecho palestino a un Estado —que nadie niega— con su facultad de agredir a su vecino judío, que posee el mismo derecho a vivir en su tierra en paz.
Cuando hay cosas incompatibles, hay que definirse claramente. Lamentamos que Uruguay lo esté haciendo equivocadamente. Y que mucha gente, ingenuamente, no lo advierta.
Difusion: www.porisrael.org
Extraordinario mensaje de un hombre excepcional. Gracias Dr Sanguinetti! Usted es un galardón para América Latina y su pensamiento es un gran regalo para el mundo entero. Sentido común, coraje y verdad en pocas palabras!!!