Cuando todo este pandemónium haya pasado y la vida vuelva, más o menos, a su ritmo habitual, se verá cuánto nos ha dolido la separación, la sospecha o, incluso, la constatación de que el tacto es el más peligroso de nuestros sentidos. Por lo menos el más dudoso. De toda la impedimenta para salir a la calle y movernos la que más me incomoda son los guantes. También están, por supuesto, las barreras invisibles, las distancias, los límites, las infinitas ...