La codicia del ser humano parece no tener fin, empieza con algo pequeño que tiene otro niño y continúa y culmina con el deseo de un país por invadir y conquistar otro. Es un derivado del hambre, pero mientras éste puede ser saciado temporalmente y vive de los dictados del estómago, la codicia es una lacra mental, sin duda un producto de nuestra insignificancia en el cosmos. Queremos sobrepasar nuestra altura aún a riesgo de perecer en el intento. Los ...