El derecho internacional padece de una debilidad general. Sin importar la complejidad de los problemas, prácticamente todo el mundo capaz de leer se siente competente para dar una opinión jurídica autorizada. Mientras que, por ejemplo, ninguna persona en su sano juicio jamás podría explicar o realizar una cirugía cardio-torácica sin haberse sometido antes a la formación médica rigurosa, casi todo el mundo hoy se siente competente para interpretar significados complejos de la ley. Esta debilidad debe ser contrarrestada, al menos en una ...