Cuando se oye a un líder político hablar de su irrevocable decisión de trazar una línea roja para poner límite a tal o cual amenaza, uno se lo imagina como a Bibi en la ONU, blandiendo un rotulador grueso sobre una inmaculada cartulina blanca, con la misma expresión resuelta y de seguridad que caracterizó a Ahmadinejad en la Universidad de Columbia cuando declaró solemnemente que en «Irán no hay homosexuales». Pero al hacerlo uno se olvida de algo que cualquier alumno ...