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| viernes marzo 29, 2024

Rescate en la cueva de Tailandia

La humanidad se unió para declarar el valor absoluto de la vida humana.


En todo el mundo la gente espera con ansiedad mientras un grupo de buzos expertos intenta llevar a cabo una peligrosa misión de rescate bajo el agua y liberar a los 12 niños tailandeses que están atrapados hace dos semanas en una remota cueva inundada.

Con las inminentes lluvias monzónicas y los niveles de oxígeno en la cueva disminuyendo a un 15%, el equipo de rescate trata de sacar a los niños en una febril carrera contra el tiempo.

El camino del rescate es un peligroso laberinto de casi 5 km de túneles con nula visibilidad, repletos de agudos peñascos, pasajes sumamente estrechos, corrientes salvajes y rocas que sobresalen del tamaño de un edificio. Es un recorrido que un buzo experto consideró equivalente a escalar el Monte Everest.

El precario rescate se ve complicado por el hecho de que la mayoría de los niños no pueden nadar, mucho menos utilizar equipo de buceo.

En el mundo conectado de la actualidad, este evento ha atrapado la atención de toda la humanidad. Cuadrillas de rescate, buzos, personal médico e ingenieros de todo el mundo (todo desde la tecnología israelí de comunicación al equipo multidisciplinario de Elon Musk), se reunieron para asistir con las operaciones de rescate.

Esta manifestación global de compasión y preocupación llega en un momento en el que a veces se cuestiona el valor de la vida humana. Dos ejemplos recientes:

  • Algunos administradores de hospitales de los Estados Unidos se negaron a recibir a pacientes gravemente enfermos para mantener la elevada estadística de productibilidad.
  • Una corte de Florida decidió no enjuiciar a un grupo de adolescentes que se burlaron y filmaron a un hombre que se ahogaba, se negaron a ayudarlo en ese momento crítico o por lo menos llamar a un servicio de emergencia.

Ahora en Tailandia vemos el otro lado de la moneda: llegar a grandes esfuerzos para salvar a los niños. Un equipo de Navy Seals tailandeses estuvo dispuestos a arriesgar sus vidas para cumplir la misión, uno de ellos ya murió al intentarlo.

Otro buzo, un especialista de rescate de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos que buceó en los lugares más peligrosos del mundo, voló a Tailandia para asistir con el rescate. “Normalmente hubiera dado media vuelta”, dijo respecto a su peligroso viaje dentro de la cueva, “pero normalmente no están en juego las vidas de 12 niños”.

Esta preocupación colectiva sobre la suerte de estos niños, extraños en una tierra alejada, y la enorme cantidad de recursos que se están utilizando para salvarlos inspira un poco de esperanzas en la humanidad. A veces hay momentos en los que podemos elevarnos más allá de nuestro propio mundo y preocuparnos por otro ser humano que fue creado a la imagen de Dios, tal como nosotros.

Este uso altruista de la tecnología de Israel hasta Elon Musk, así como las plegarias de billones de personas en todo el mundo, son un verdadero kidush Hashem, el cumplimiento de las instrucciones de Dios de “ser santificado” (Levítico 22:32).

Al rezar por un resultado positivo en Tailandia, hay una cosa nos queda clara: la humanidad se ha unido por una causa común, para declarar el valor absoluto de la vida humana.

 
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