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| viernes abril 19, 2024

Chef de la paz, embajador de Málaga y Papá Noel


Su sonrisa no engaña. A Samuel Perea le gusta comer y dar de comer. Llega a los corazones a través del estómago. Con aceite de oliva, pan y exquisito arroz de su tierra, este malagueño de espíritu aventurero intenta conseguir con sus platos lo que John Kerry no puede en la mesa de negociaciones: el acercamiento entre israelíes y palestinos.

«Cuando me convertí en chef, quise unir las palabras paz y cocina para buscar un punto de encuentro», nos dice el presidente  de «Cocina por la Paz». Perea fundó esta asociación en el 2010 con dos prestigiosos chefs: el palestino Ahma Nuaf, del restaurante Darna (Ramalá) y el  israelí Víctor Gloger, del restaurante Chloélys (Ramat Gan, cerca de Tel Aviv). El acto inaugural se celebró en el American Colony de Jerusalén  ante la presencia  de 35 cónsules. «Es mejor comer una crema de gazpachuelo que comerse unos a otros», comenta.

Más allá de demostrar que con la buena comida todo es más fácil y sabroso, Perea se emociona cada vez que baja a  las profundidades de la cocina árabe, española e israelí y las tradiciones basadas en el Islam, cristianismo y judaísmo. Platos sefardíes con ensaladas palestinas y condimentos andaluces unidos para desafiar algo más que el paladar.

 

Perea, presidente de «Cocina por la Paz». (Sal Emergui)

¿No es naif pensar que cocinando se puede conseguir el acercamiento de dos pueblos tan enfrentados? «El hecho de hablar de paz puede caer en la rutina pero sin incentivos, no te queda nada. Pensar en la paz es una manera de seguir incentivando puntos de encuentros y que uno piense que el otro pueda tener razón o algo de razón», contesta.

Como ejemplo, cuenta un acto celebrado en su ciudad. «Reunimos a dos madres, una  israelí y  otra palestina, víctimas del conflicto que perdieron sus respectivos hijos a manos del contrario. Su conexión fue inmediata al identificar  en la otra el dolor de una madre que pierde a lo que más quiere. Su ejemplo refleja que es posible la reconciliación pese a las diferencias y el pasado», recuerda el chef que reserva la fama familiar a su sobrino, el cantante y actor Fran Perea.

Distinguido en el 2011 con «tres soperas» en la guía de Lo Mejor de la Gastronomía Española, Perea lo ha probado casi todo antes de entregarse a los fogones. Tras estudiar Bellas Artes y exponer alguna de sus obras en una galería de Barcelona, fue paracaidista, piloto y empresario. Siempre viajero, estuvo con los Indios Tarahumaras en las Barrancas del Cobre y siguió a las ballenas grises cerca de las costas de la península de California

Nada comparable, sin embargo, con su «trabajo» preferido: Papá Noel. Tras trabajar en Mauritania, Túnez, Argelia y Egipto, Perea se enamoró de los palestinos e israelíes. «Decidí venir a Belén cada año en Navidad para entregar regalos a los niños. Es mi manifiesto por la paz y ayuda en el entendimiento entre israelíes y palestinos», comenta.

Desde hace más de una década, acude a su cita anual y navideña en la  ciudad cisjordana.  «Me lleve lápices de colores a Belén para que los chicos palestinos cristianos dibujaran. Para mí, el lápiz es  la declaración de independencia de los individuos. No es posible llegar a un acuerdo definitivo si estas constantemente reivindicando la muerte de tu abuelo o de tu padre. Los chavales tienen que crecer libres y a mirarse a la cara sin referencias del pasado. Seguir la filosofía de Einstein de mucho poder de razonamiento y poca memoria».

Hace unas semanas, Perea coronó con éxito «Las Noches de Málaga» en el restaurante de Gloger, engalanado con las banderas de Andalucía, Málaga e Israel y lleno de clientes entregados a los sabores de su tierra. «Al ver sus sonrisa, sé que están contentos con la comida de Samuel y  los parámetros malagueños y mediterráneos que trae . A mi me encanta  la comida española. Esto no es sólo un negocio. Si no se hace de corazón, no funciona«, comenta Gloger.

 

En el restaurante de Víctor Gloger, primer establecimiento en el extranjero con la distinción «Sabor a Málaga» (Sal Emergui)

Mientras habla, pruebo un delicioso plato de Perea llamado «huevo casi frito». ¡Que siga hablando! Ser periodista es hoy una ruina económica pero te permite de vez en cuando disfrutar de momentos maravillosos como éste.

Gloger reivindica el pasado de Sefarad, marcado con la expulsión hace 522 años. «De todos los lugares en los que los judíos vivieron y también fueron expulsados en trágicas circunstancias, España es el único del que se fueron con el recuerdo del país, la llave, el idioma y la comida«,  dice.

Como los musulmanes no pueden beber alcohol, Perea revela: «El brindis lo hacemos con aceite de oliva, la columna vertebral de las tres culturas y símbolo de concordia».

Los chefs israelíes y palestinos aprovechan la experiencia culinaria para inspeccionar sus similitudes y diferencias. «La paz se hace con los enemigos y no con los amigos. Cuando hacemos un evento dejamos la política al margen  pero cuando estamos solos dialogamos sobre la situación. Podemos ser amigos«, comenta Gloger.  Y concluye: «La vida tiene razón de ser si hay esperanza. Cocina por la Paz es un granito de arena». Y de arroz andaluz.

 

 

A la entrada del local en una de las «Noches de Malaga» en Israel (S.Emergui)

 
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