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| viernes noviembre 22, 2024

Los nuevos racistas: el odio a los judíos


¿Es usted un artista que pretende actuar en público en el futuro? Si es así, puede que tenga que ponerse al día en cuestiones geopolíticas y asegurarse de que sus puntos de vista al respecto sean los correctos. Si creía que lo único que necesitaba era destacar en su disciplina y ver si lograba atraer al público, se equivocaba. Eso ya no basta; desde luego que no, si es usted judío.

Esta semana saltó la noticia de que un festival de música español había cancelado la actuación de Matisyahu, una estrella norteamericana del reggae. Matisyahu alcanzó la fama como estrella hasídica del reggae, aunque abandonó el judaísmo ortodoxo en 2011. Ya no lleva barba ni kipá, pero sigue estando orgulloso de su identidad judía. Estaba previsto que el próximo 22 de agosto actuara en el festival Rototom Sunsplash de Benicasim, una localidad situada al norte de Valencia.

Por desgracia para los que sólo se interesan por la música, un grupo local de activistas del movimiento Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) se enteró de la próxima actuación de Matisyahu, afirmó que apoyaba a “un Estado que practica el apartheid y la limpieza étnica” y exigió que el festival cancelara su actuación.

Naturalmente, Matisyahu no es el primer judío que sufre este tipo de presiones. En Europa, y cada vez más en América, cualquier artista procedente de Israel puede ser insultado y vilipendiado en nombre de los valores progresistas. En Londres, el Jerusalem Quartet y la Orquesta Filarmónica de Israel han sufrido intentos de cancelación de sus actuaciones. Cuando éstas finalmente han tenido lugar, han tenido que aguantar escandalosas y amenazantes interrupciones por parte de boicoteadores. Lo mismo les ha ocurrido a compañías teatrales israelíes como Habima, cuyos integrantes fueron insultados y denigrados cuando estaban en el escenario del Globe Theater de Londres tratando de representar El mercader de Venecia. Ninguno de los boicoteadores de la función pareció darse cuenta de lo irónico que resultaba insultar a los judíos justamente en esa obra.

Los artistas judíos israelíes se han acostumbrado a ser atacados y vilipendiados de esta forma. Sin embargo, lo que le han hecho a Matisyahu es algo nuevo, porque no es israelí, sino estadounidense. Pero tras la intervención de los miembros del BDS, el director del festival planteó la que, probablemente, consideró una solicitud perfectamente razonable: Filippo Giunta pidió a Matisyahu que presentara “una declaración firmada o vídeo” en que manifestara de forma “muy clara” que apoyaba la creación de un Estado palestino. Ésa era la condición previa para poder actuar. “Si firma estas condiciones, continuará la actuación”, dijo el director al artista.

Comprensiblemente, Matisyahu se negó a acceder a ese ultimátum y los organizadores del festival cancelaron su actuación, que tendría que haber sido una más en su gira por Europa y América.

Es de esperar que todo el que crea en la libertad artística y rechace la intimidación políticaasista al concierto de Matisyahu que le pille más a mano, le guste o no el reggae. Personalmente, lo que han hecho los organizadores del festival español me ha dado ganas, por primera vez en mi vida, de asistir a un concierto de este tipo.

Pero quizá podamos plantear otras cuestiones geoestratégicas cuya respuesta se exija en el futuro a todos los demás artistas. España tiene sus propios problemas territoriales, como casi cualquier país del mundo. Puede que, a partir de ahora, los intérpretes españoles de música clásica o pop deban ser interrogados sobre sus opiniones políticas antes de poder actuar en el extranjero. La cuestión catalana, por ejemplo, genera muchas tensiones y disputas en España, donde las convicciones sobre la independencia están enormemente marcadas en todos los bandos. Puede que en el resto del mundo haya que exigir a todos los músicos españoles que firmen una declaración o graben un vídeo en el que apoyen la independencia de Cataluña para permitirles actuar en público. Podríamos cambiar sucesivamente de bando, claro está, y hacer que la comunidad artística responda a cada uno de nuestros caprichos y cambios de opinión. Puede que luego decidiéramos que los ciudadanos de otros países se sometieran también a nuestros caprichos sobre las cuestiones territoriales españolas.

Naturalmente, algo así sería indecente, como en el caso de cualquier otro país. Pero resulta instructivo que siempre sea sólo un país el que reciba este trato, y que sólo se plantee una cuestión geopolítica. Que yo sepa, a los artistas turcos no se les exige en ningún lugar del mundo que condenen la ocupación ilegal del norte de Chipre por parte de su país; la ocupación de la mitad de un Estado miembro de la UE que dura ya mas de cuatro décadas. Exigir algo así sería mucho más adecuado en España o en otro país de la Unión Europea. Y desde luego nunca se le ha exigido alguien que no sea de nacionalidad turca que, para poder actuar en público, pida antes la retirada de los turcos y sus fuerzas armadas de territorio chipriota.

Tampoco se plantean preguntas acerca de la espinosa cuestión del Sáhara Occidental. Ambas cuestiones, por poner sólo dos, les quedan mucho más cerca a los españoles. Una sólo está a unos cuantos kilómetros al sur, mientras que la otra afecta a otro Estado de la Unión Europea. Pero exigir a un artista una acción o declaración así como condición previa para poder actuar no sólo sería indignante, sino que se consideraría algo surrealista. Entonces, ¿por qué se consiente que la campaña del BDS normalice semejantes requisitos, y que un festival pueda cancelar una actuación porque no se ha accedido a unas exigencias tan grotescas?

La respuesta es la enfermedad de nuestra época. Durante un tiempo sólo los judíos israelíes fueron considerados unos parias entre las naciones debido a una disputa territorial sin resolver que afectaba a su país. Ahora se puede atacar así a los judíos nacidos en cualquier parte del mundo. Están señalando a los judíos: única y exclusivamente a ellos. Y señalar a los judíos, sean de donde sean, deja muy clara la motivación racista. Si el festival Rototom Sunsplash quiere sumarse a esta fiebre racista del BDS, entonces es a él, y no a los judíos, a quien el mundo debería considerar un paria.

© Versión original (en inglés): Gatestone Institute

© Versión en español: Revista El Medio
 
Comentarios

La judeofóbia, en identica medida que cualquier expresion de xenofóbia, o manifestacion de violencia e injusticia, representa la evidencia palmária de la presencia del Maligno entre nosotros, pues ¿Quien mas interesado que él en perseguir y si es posible destrui,r al pueblo con el cual Di-s estableció Alianza permanente? …
se trata pues, mucho mas de un designio (en este caso maligno) que de la concatenacion de una serie de hechos mas o menos prosaicos, cuya fuente de inspiracion haya que buscarla en lo «secular» … prueba de ello lo constituye la dificultad que entraña hallar un origen único e inequívoco que pueda explicar su aparicion y su posterior perdurabilidad … acepto sin embargo, que tal afirmacion pueda parecer escasamente «científica», pero me debo en manifestar las cosas tal como las siento, y ésta es desde siempre, una conviccion que me ha venido acompañando

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