El 24 de octubre la CBC publicó un artículo de opinión contra Israel firmado por uno de sus periodistas, Neil Macdonald. En el artículo –errado de principio a fin– se acusa a Israel de ser un Estado apartheid. Para demostrarlo, Macdonald recurre a argumentos sin base y cargados de emotividad, aplica una doble vara de medir contra Israel y omite deliberadamente algunos hechos de suma relevancia.
Ciertamente, Israel no es un Estado apartheid.
En primer lugar, Macdonald logró escribir todo un artículo acusando a Israel de practicar elapartheid sin ofrecer una definición de este término. Según el Artículo 7 (2,h) del Estatuto de Roma, para que se produzca apartheid debe haber “opresión y dominación sistemáticas de un grupo racial sobre uno o más grupos raciales, con la intención de mantener ese régimen”.
Ahora que tenemos una definición con la que trabajar, debemos preguntarnos: ¿es esto lo que ocurre en Israel? La respuesta, por supuesto, es un rotundo no.
Aunque Macdonald se centra únicamente en la cuestión palestina –que abordaré después–, no menciona los aproximadamente dos millones de ciudadanos árabe-israelíes con plenos derechos; derechos que comprenden la participación en el sistema político (incluido el voto a ciudadanos árabes, que cuentan con partidos árabes en la Knéset), la libertad de expresión, la libertad de movimiento, la libertad de credo, la libertad de compraventa de tierras, la libertad de orientación sexual y, básicamente, cualquier otra libertad que se negaba a los negros en la Sudáfrica del apartheid.
Estas preciosas libertades que Israel garantiza a todos sus ciudadanos, con independencia de su credo, son prácticamente desconocidas en casi todos los países de África y Oriente Medio. Sin embargo, Macdonald no explica por qué decidió cargar contra el régimen de apartheid de Israel y no contra los de Irak, Irán, Kuwait, Siria, Jordania, Arabia Saudí, Afganistán y otros tantos.
Por otro lado, Macdonald sostiene que Israel es un Estado apartheid simplemente porque muchos académicos, el expresidente Jimmy Carter, los medios israelíes (básicamente Haaretz, y sólo de vez en cuando) y los líderes de la extrema derecha y la extrema izquierda israelíes han advertidode que ese podría ser el caso.
Una vez más, debemos preguntarnos: el uso de factores específicos y atípicos, y las citas distorsionadas de algunas personas, ¿representan de forma fiel las políticas israelíes? Por supuesto que no.
Si el Partido Demócrata Nacional de Alemania obtiene escaños en el Bundestag y defiende políticas antimigratorias y fascistas, ¿asumo que Alemania vuelve a apoyar el nazismo? No, no lo hago. Me documento.
Si profundizamos un poco más, vemos que Macdonald tiende a echar la culpa a Israel de todo.
En otro intento de respaldar su tesis, Macdonald apunta a la política israelí de asentamientos. Aunque ciertamente no soy un defensor de los asentamientos o de la discriminación a la que se enfrentan muchos palestinos, no puedo aceptar que eso constituya apartheid.
Y Macdonald no menciona la responsabilidad administrativa que Fatah y Hamás tienen sobre los habitantes palestinos de esos territorios. Los habitantes palestinos de Gaza y la Margen Occidental no son ciudadanos israelíes, no pagan impuestos israelíes, rara vez contribuyen a la economía israelí y –como en cualquier otro país del mundo– no deberían tener los mismos derechos que los ciudadanos de Israel.
Macdonald tampoco dice por qué existen muchas de esas leyes discriminatorias. Principalmente, ignora el terrorismo palestino, el antisemitismo y que la carta fundacional de Hamás llama literalmente a la destrucción del pueblo judío. Estas son algunas de las numerosas cuestiones complicadas que Macdonald prefiere ignorar.
Si volvemos a la ya mencionada definición de apartheid, vemos que el principal objetivo de Israel no es oprimir y dominar a los palestinos a fin de mantener un régimen hegemónico. Si ese fuese el caso, los árabes israelíes no estarían entre los ciudadanos más felices, libres, ricos, educados y sanos de la región.
En Israel no hay fuentes distintas para los árabes y para los judíos, no hay hospitales donde se prohíba la entrada a los musulmanes, no hay universidades distintas para las minorías y no haysalvoconductos para que los árabes se los enseñen a las Fuerzas de Defensa de Israel cuando están Israel. Eso es el apartheid.
Señor Macdonald: si sigue convencido de que Israel es un Estado apartheid, me temo que ha caído por la pendiente resbaladiza del mal periodismo.
© Versión original (en inglés): The Algemeiner
© Versión en español: Revista El Medio
todos estos signos que nos dan nuestros eneguigos