El movimiento Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) se auto-representa como un esfuerzo de base palestino para movilizar un apoyo global en contra de Israel. En realidad, es un esfuerzo vagamente coordinado de parte de la Organización de Liberación de Palestina (OLP), la Hermandad Musulmana y la izquierda global, pretendiendo hablar en nombre del pueblo palestino. En jerga estadounidense, a esto se le denomina “Astroturf” (césped artificial), un movimiento de bases fraudulentas.
Imagen: En la década de 1920, el Muftí de Jerusalén Hajj Amin Al-Husseini lanzó una campaña global de recaudación de fondos enfatizando la amenaza supuestamente planteada por los judíos a los lugares sagrados islámicos.
Esta última repetición de los esfuerzos de la élite palestina de internacionalizar su conflicto con los judíos, el sionismo e Israel es emblemática al esfuerzo de un siglo de las elites palestinas para de esta manera movilizar el apoyo internacional en su lugar y como medio de nacionalizar, a las masas palestinas. En el proceso, sin embargo, estos perdieron el control sobre estos procesos, que se vieron parcialmente impulsados por las necesidades políticas y el inherente antisemitismo de los países árabes e islámicos, así como también por la geopolítica global.
La internacionalización fue evidente desde la década de 1920, los comienzos de la política pan-musulmana y anti-colonialista. La narrativa emergente de “Al Aqsa peligra” del Muftí de Jerusalén Hajj Amin al-Husseini vio una campaña global de recaudación de fondos para restaurar las mezquitas en el tope del Monte del Templo que enfatizaba la amenaza supuestamente planteada por la invasión judía. Como jefe del Consejo Supremo Musulmán, el muftí orquestó los disturbios del Muro Occidental en 1929 y una conferencia islámica que se reunió en Jerusalén en 1931.
Los esfuerzos palestinos por internacionalizar su conflicto con los judíos y el sionismo datan de hace casi un siglo.
La huelga general orquestada por el muftí al comienzo de la violencia masiva de 1936-39 incluyó un llamado a la intervención árabe. Aunque esta fue una perspectiva poco probable, puso nervioso a las autoridades británicas e impidió la imposición de la ley marcial, salvando a los rebeldes y prolongando el conflicto. Las críticas de Muhammad Ali Jinnah y su Liga Musulmana ‘Toda India’ tuvieron un peso muy particular con Gran Bretaña.
Aunque la Comisión Peel, establecida en respuesta a la violencia palestina, propuso abandonar el mandato de la Liga de Naciones para el establecimiento de un hogar nacional judío en Palestina y dividir la tierra en dos estados, uno judío y el otro árabe, la idea fue vehementemente rechazada por el muftí, quien intensificó su violencia desenfrenada. Uno de los resultados fue la Conferencia Bloudan de 1937, que contó con personalidades árabes tales como Riad Al-Sulh del Líbano y Muhammad Ali Alluba Pasha de Egipto.
La conferencia llamó a un boicot contra todos los “bienes y actividades judías” y contra los de Gran Bretaña. A esta le siguió una segunda conferencia secreta de nacionalistas árabes en Damasco y conferencias en El Cairo y Bruselas en 1938. A todas estas, el tema Palestina fue muy discutido, pero en su mayoría actuó como un instrumento para otros movimientos nacionalistas. El tema Palestina fue a la vez central y nominal.
Imagen: Participantes en la Conferencia Bloudan en 1937 incluyeron al ex-ministro egipcio del Waqfs Muhammad Ali Alluba (primera fila, segundo de la izquierda), el periodista palestino Mohamed Ali Eltaher (primera fila, tercero a la izquierda) y el futuro primer ministro libanés Riad Al-Sulh (primera fila, 5to de la izquierda).
En la era del panarabismo, existieron interacciones similares entre el tema de Palestina y las necesidades de los estados árabes. La creación de la Liga Árabe en 1945 puso formalmente el tema palestino en el centro de la escena. Entre sus primeros actos fue el boicotear a los judíos en los países árabes donde habían vivido durante milenios. Otra conferencia Bloudan en 1946 incluyó un llamado del muftí del Comité Superior Árabe para que los estados árabes se comprometiesen a crear un ejército unificado y de esta manera prevenir la creación de un estado judío. Sin embargo, los líderes árabes objetaron la acción, hasta que el estallido de la guerra civil entre palestinos y judíos en 1947 comenzó a forzar su mano. Intervenciones militares, desastres, desgracias y despojos siguieron después.
Durante el período del nacionalismo revolucionario, el deseo palestino de ampliar el conflicto alistando a aliados árabes y musulmanes estuvo detrás de la creación de la OLP en 1964 por la Liga Árabe. Pero el Presidente egipcio Gamal Abdul Nasser fue la verdadera fuerza detrás de la fundación de la organización y fue la KGB la que maniobró a Yasser Arafat y su movimiento Fatah para que dirigiera a la OLP después de 1967. Liberar a Palestina a través de la “lucha armada”: el eufemismo de la OLP por el terrorismo (y en menor medida la guerra de guerrillas) representaba una forma de pensamiento mágico, pero la noción “romántica” del nacionalismo revolucionario palestino, guiada y financiada por fuerzas externas, dio forma a la nación palestina y retrasó la causa de la co-existencia con Israel durante décadas.
La OLP se posicionó como el movimiento de liberación por excelencia durante la era de la guerra anti-imperial y anti-colonial y entró en alianzas con el Congreso Nacional Africano, la SWAPO, los sandinistas y una serie de otros movimientos “autóctonos”. Pero detrás de esto se encontraban la Unión Soviética y sus estados satélites, que proporcionaron capacitación, financiamiento y apoyo a lo que esencialmente fueron guerras indirectas contra los Estados Unidos y sus aliados. La causa palestina tomó rápidamente el centro del escenario de la mayoría de los movimientos, excepto por la causa sudafricana, mientras construía una cleptocracia centrada en Arafat y su círculo interno. El terrorismo internacional y la sangrienta guerra de baja intensidad fueron los principales resultados. Cisjordania y la diáspora de los palestinos fueron relegadas a una posición secundaria, incluso luego de los Acuerdos de Oslo.
El “Tema de Palestina” se convirtió en el foco central del sistema de las Naciones Unidas desde mediados de la década de 1960 en adelante.
Otra variación directa del esquema de internacionalización fue el co-optar el sistema de la ONU, la pieza central del internacionalismo liberal de la posguerra. Por la cresta del tercermundismo, el anti-imperialismo y el anti-colonialismo (tendencias apoyadas en parte por la Unión Soviética) y con el respaldo explícito de árabes, musulmanes y los estados comunistas, el “tema Palestina” se convirtió en foco central del sistema de las Naciones Unidas desde mediados de la década de 1960 en adelante.
La UNRWA, por supuesto, ha sido el brazo de la salud, educación y bienestar de los palestinos desde 1950. Pero muchas otras partes del sistema de la ONU brindan apoyo moral, legal y práctico. El apoyo de la Asamblea General a los palestinos comenzó en 1969 y en 1970 con la Resolución 2535, que “reafirma los derechos inalienables del pueblo de Palestina”; y la 2672, que también establece los “derechos inalienables” palestinos y que agregó el “Tema de Palestina” a la agenda de la Asamblea General en 1974 (donde se ha mantenido hasta el día de hoy).
Otras resoluciones de las Naciones Unidas prestaron un apoyo práctico: la Resolución 3375 reconoció a la OLP como el “representante del pueblo palestino”, la 3376 creó el “Comité para el Ejercicio de los Derechos Inalienables del Pueblo Palestino” y la 3379 “Determinó que el sionismo es una forma de racismo y de discriminación racial”. Todos tres fueron aprobados el mismo día en 1975. La resolución 3240 de 1977 creó la Unidad Especial sobre los Derechos de los Palestinos dentro del Secretariado de la ONU y el “Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino”. Renombró la División de los Derechos de los Palestinos, esta unidad apoya al “Comité para el ejercicio de los derechos inalienables del pueblo palestino” a través de reuniones internacionales, enlaces con las ONG, estudios y boletines y programas de entrenamiento.
El apoyo a la causa palestina es provisto por más de 50 otros comités y oficinas, incluyendo a la Coordinadora Especial para el Proceso de Paz del Medio Oriente, la Coordinadora Especial en los Territorios Ocupados, el observador a las retiradas y las fuerzas de operan las treguas, el Comité de Derechos Humanos y el Consejo de Derechos Humanos, la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios, el Comité sobre Jerusalén, el Registro de Daños causados por la Construcción del Muro, el Comité Especial para Investigar las Prácticas Israelíes, el “Reporte Especial sobre la situación de los derechos humanos en los TPO” y la Comisión de Conciliación para Palestina, fundada en 1948. el grado absurdo, al que Palestina domina a la ONU se refleja en la Cuarta Comisión, que trata con “una variedad de temas que incluyen las relacionadas a la descolonización, los refugiados palestinos y los derechos humanos, el mantener la paz, acción contra las minas, el espacio exterior, la información pública, la radiación atómica y la Universidad para la Paz”.
El movimiento BDS es una síntesis miope en la que los palestinos son marionetas.
Finalmente, en la era de la anti-globalización izquierdista, se encuentra el movimiento BDS. Ostensiblemente, un producto de la Conferencia Mundial de la ONU del 2001 sobre Racismo, Discriminación Racial, Xenofobia e Intolerancia Afines en Durban; la Campaña Palestina al Boicot Académico y Cultural de Israel (PBACI) del 2004; y el “Llamado de la Sociedad Civil Palestina al BDS 2005”; los verdaderos orígenes del movimiento se remontan por lo menos, a la década de 1940. El boicot de la Liga Árabe y el anti-sionismo árabe estadounidense son bases importantes, al igual que las contribuciones de la Unión General de Estudiantes Palestinos (fundada en Cairo en 1959 para así convertir a Palestina en el centro de la vida estudiantil árabe en el Medio Oriente y Europa), de lo cual surgió la organización Estudiantes por la Justicia en Palestina en el año 2000.
Imagen: La Asociación de Estudiantes Alemanes Socialistas (AEAS) encabezó el giro de la Nueva Izquierda contra Israel a fines de la década de los 60.
Pero las contribuciones de la Nueva Izquierda y especialmente de la izquierda judía de finales de los años 60 y 70 (parcialmente co-elegido por la KGB y la OLP) y la red de la Hermandad Musulmana Norteamericana, que efectivamente se hizo cargo de las instituciones musulmanas estadounidenses desde la década de 1980, no puede ser ignorado. La Campaña de Solidaridad Palestina respaldada por los comunistas, fundada en Londres en 1982 y la creación de Hamas (y por ende la Hermandad) del Centro de Retorno de Palestina en Gran Bretaña en 1986, también son importantes.
El movimiento BDS es, por lo tanto, una síntesis miope en la que los palestinos son marionetas. Pudiera decirse que el movimiento no es más que la punta de lanza de un monstruo anti-occidental mucho más grande, en el que la dialéctica entre el comunismo y el Islam sigue sin resolverse. En este sentido, la causa palestina importa poco, excepto como un medio para entrar y dominar instituciones tales como la ONU, la institución laboral internacional, las iglesias y los sistemas educativos. El anti-sionismo compartido es una línea muy débil para el antisemitismo y el anti-liberalismo compartido, mensajes consumidos con mayor vigor por instituciones occidentales sin peso alguno.
Pero, ¿por qué la internacionalización? Los primeros episodios tuvieron el beneficio de la honestidad respecto a los motivos y el público. La retórica pan-islámica y pan-árabe expresó objeciones étnicas y religiosas fundamentales al nacionalismo judío, en la que ambos compensaban la falta de identidades nacionales locales y, a su vez, ayudaban a generarlas y definirlas. El nacionalismo judío y la soberanía judía desafiaron la supremacía musulmana ordenada por la religión y los requisitos étnicos imperiales que exigían una dominación árabe. Pero el costo de la internacionalización le otorgaba un peso importante a la identidad y autodeterminación palestina a los líderes árabes y luego internacionales, quienes dieron un apoyo banal a la causa Palestina, pero tenían en mente otras agendas. La política árabe a su vez estaba encadenada a la presión de la “calle árabe” sobre el tema de Palestina; activado por la demagogia, esta podría apoyar o socavar a los líderes locales.
En el meollo de la internacionalización palestina existe una identidad nacional palestina muy débil.
Variaciones posteriores a la internacionalización injertaron el nacionalismo palestino dentro de las corrientes y movimientos internacionales que venían en ascenso: el nacionalismo, el tercermundismo, el organizacionalismo internacional, los derechos humanos, así como también la “resistencia” y el terrorismo. Gradualmente, elementos de estos se incorporaron a la identidad nacional palestina; estos sostienen y definen a Palestina en un grado no visto con otros grupos étnicos-nacionales. Y a cambio, en parte porque el nacionalismo palestino apela al antisemitismo latente, cada una de estas corrientes y movimientos transformaron su significado a la causa palestina. En el proceso, su efectividad y credibilidad fueron socavadas.
En el mero centro del tema sobre la internacionalización palestina existe una identidad nacional palestina débil que necesita de un constante apoyo de otras causas y otras retóricas. El nacionalismo palestino es secundario o reactivo, que se genera en teoría, como parte de oleadas mayores de nacionalización, pero principalmente como una respuesta negativa al sionismo. Hasta que se desarrollen dimensiones positivas que conduzcan al movimiento más allá de la “resistencia”, de su “firmeza” y su antisemitismo, es muy probable que la internacionalización palestina continúe.
Alexander H. Joffe, miembro de Shillman-Ginsburg en el Foro del Medio Oriente, es historiador y arqueólogo.
Traducido por Hatzad Hasheni
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