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| domingo diciembre 22, 2024

ANÁLISIS: la infamia del BDS cultural y deportivo


  • EL BDS cultural, deportivo o académico es una de las caras más siniestras del boicot antisemita a Israel.

  • Supone usar para fines espurios ámbitos que a priori deberían estar libres de polémicas políticas y ser, al contrario, puntos de encuentro.

  • El BDS en España ha crecido a través de organizaciones con fuertes vinculaciones políticas y alimentadas con subvenciones públicas.

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Cada vez que un cantante o una banda relevantes anuncian conciertos en Israel una verdadera catarata de ’activistas’ cae sobre ellos como una tormenta tratando de obligar a cancelar esas actuaciones; artistas israelíes se ven perseguidos cuando giran fuera de su país; selecciones nacionales de Israel o incluso clubs privados de diferentes modalidades deportivas se han visto afectados por protestas de distintos tipos en competiciones o enfrentamientos internacionales; departamentos de determinadas universidades occidentales se niegan a colaborar con instituciones académicas israelíes de reconocido prestigio; e incluso en ocasiones ciudadanos judíos de otras nacionalidades se han visto amenazados sólo por participar en festivales de música.

Es el BDS cultural, académico y deportivo es una de las caras más siniestras de este movimiento que pretende deslegitimar a Israel, que sirve a los intereses más oscuros del radicalismo palestino y que, para hacerlo, no duda en atacar a ciudadanos individuales o a colectivos completamente desvinculados de la política.

Ese aparente alejamiento de la política es, precisamente, una de las razones por las que el BDS resulta especialmente vil y peligroso: porque se engaña a la opinión pública sobre la verdadera naturaleza de la movilización y desarrolla su propaganda en entornos -el musical, el deportivo, el artístico- en el que pueden llegar a personas menos conscientes de la naturaleza antisemita del fenómeno y de los propios peligros del antisemitismo.

Por qué el BDS es antisemitismo

Es muy importante señalar que, aunque se presente disfrazado como un método legítimo y democrático de protesta, el BDS en cualquiera de sus formatos -pero aún más si se trata de este tipo de BDS cultural o deportivo- es en realidad una de las formas modernas del antisemitismo.

Así lo recoge la definición de antisemitismo de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (1) (IHRA, por sus siglas en inglés), que en uno de sus apartados cita específicamente como antisemita “hacer a los judíos responsables como colectivo de acciones del estado de Israel”.

Esto es, evidentemente, lo que hacen los boicoteadores: castigar a personas individuales o colectivos que nada tienen que ver con las decisiones de Israel como Estado por las presuntas culpas de los gobiernos israelíes.

No se puede culpar a un cantante, a un artista, a un deportista o a un equipo por las decisiones que tome su país -¡y en algunos casos ni siquiera es su país!-, eso es, simple y llanamente, discriminación.

El escándalo Matisyahu: España por los suelos

En agosto de 2015 el cantante judío de nacionalidad israelí Matisyahu tenía previsto actuar en el festival Rototom Sunsplash, un encuentro anual dedicado a la música y la cultura reggae.

Poco antes de la actuación los grupos BDS iniciaron una brutal campaña para expulsar al cantante por, supuestamente, sus posiciones sionistas. Matisyahu, de hecho, es un artista que habitualmente evita posicionamientos políticos más allá de, como suele ser habitual en el mundo de la música reggae, llamamientos por la paz, el amor y la fraternidad.

Se da la circunstancia de que Matisyahu ha desarrollado parte de su carrera musical como un judío haredí, luciendo incluso en el escenario el tipo de ropa y el aspecto que hace identificables a los miembros de esta parte del judaísmo. En una clara muestra de su antisemitismo, lo promotores del boicot usaban esas imágenes del cantante y no las más actuales -abandono el haredismo en 2011-, en las que su aspecto no es el que una persona con unas creencias religiosas determinadas y, por tanto, no responde a la imagen típica de un ‘judío’ que pueda tener una persona cargada de prejuicios y desconocimiento.

El propio festival llegó a cancelar la actuación y a exigir para la readmisión que el cantante explicase sus puntos de vista sobre Israel y el conflicto palestino. En una muestra de evidente antisemitismo el artista judío era el único, de toda la larga programación de un evento de varios días de duración, al que se le exigía un posicionamiento público sobre sus ideas políticas, el único que tenía que justificarse.

El escándalo fue mayúsculo, medios de todo el mundo lo recogieron y la imagen del Rototom Sunsplash y de España quedó por los suelos, con el peligro de afectar seriamente a la industria de los festivales, que genera muchas decenas de millones de negocio al año en nuestro país.

Finalmente, la presión nacional e internacional obligó al festival a readmitir al cantante, después de lo que había sido una evidente agresión a derechos fundamentales como la libre expresión artística, la libertad de conciencia y, muy especialmente, los que recoge la propia Constitución Española a no ser discriminado por motivos ideológicos, religiosos, o de creencias, ni por origen étnico o nacional y a no ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias.

Matisyahu actuó en el Rototom Sunsplash después de que su caso se convirtiese en un escándalo internacional, pero precisamente ese impacto es lo que los boicoteadores buscaban y su éxito a largo plazo: cualquier evento similar que desee contratar a un artista judío sabe que puede sufrir un boicot, que puede verse envuelto en un escándalo o incluso ser el centro de actividades violentas.

Lo que el BDS pretende, y por desgracia está consiguiendo, es que promotores, locales, espacios culturales e instituciones tengan la seguridad de que contratar un artista israelí o judío va a suponer una crisis de reputación que probablemente afecte a sus resultados económicos o incluso a su viabilidad futura. En estas condiciones la reacción más habitual no va a ser, en muchos casos, la heroica defensa de los principios: la mayoría renunciará a artistas que verán cómo se les cierran las puertas en una discriminación contraria a la Constitución y a los más básicos derechos humanos, pero que además será silenciosa y difícilmente denunciable.

Por eso es tan importante el procedimiento legal que se está desarrollando en el Juzgado de Instrucción nº 19 de Valencia contra los promotores de aquel boicot antisemita, acusados de delitos de amenazas, coacciones e incitación al odio. Y es fundamental que la Justicia tome medidas severas, porque de lo contrario la estigmatización por motivos de raza o nacionalidad quedaría impune y, sobre todo, como un peligrosísimo precedente.

Más artistas perseguidos por el BDS

Lamentablemente, el caso de Matisyahu no es una excepción: numerosos artistas internacionales han sido boicoteados por anunciar conciertos o actuaciones en Israel y también muchos artistas israelíes han sido boicoteados fuera de su país sólo por tener una nacionalidad que no gustaba a los boicoteadores.

En el primer grupo encontramos incluso artistas españoles tan relevantes como Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina, que tuvieron que salir al paso de una campaña contra ellos que incluso llegó a recoger unos pocos miles de firmas.

Los artistas no cancelaron el recital, pero se vieron obligados a dar explicaciones (2) e incluso a oficiar un encuentro de desagravio con organizaciones BDS que no se representan más que a sí mismas, pero con las que Serrat llegó a reunirse manteniendo, según las propias palabras del cantautor catalán, una “relación transparente” y “desde el diálogo”.

Otro cantante español que se ha visto en la misma situación fue José Mercé, contra el que se generó el mismo mecanismo de coacción tras el anuncio de un concierto en el Museo de Israel de Jerusalén. La respuesta de la estrella del flamenco (3) fue muy contundente: “No entiendo que quieran coartarle a uno la libertadde cantar donde lo desee. Yo puedo cantar al pueblo judío, al pueblo palestino y a quien me invite. Pienso que la cultura no tiene nada que ver con la política. A mí nadie me va a coaccionar“.

Entre los israelíes cuyas actuaciones se ha tratado de boicotear en España ha estado una de las grandes estrellas de Israel con más impacto internacional, Idan Raichel, que finalmente dio un concierto en Madrid con sólo un grupúsculo a la puerta de la sala de conciertos. El músico también dejó muy clara su respuesta (4): “Yo no trabajo para ningún gobierno ni vengo a España en nombre de ningún Gobierno o poder. Yo sólo soy un músico israelí que ama el lugar de donde viene y hace una música para todo el mundo. No se debe boicotear a la música ni cerrar las bocas de los artistas”, dijo.

Además, aportó un punto de vista realmente interesante que deberían leer todos aquellos que piden a los artistas que se posicionen en cuestiones políticas: “No creo que mi opinión política personal tenga relevancia porque en mi proyecto musical hay 150 artistas con múltiples y diferentes ideas. Hay gente de izquierdas, de derechas, está la cantante Mira Awad (árabe-israelí) o el palestino Ali Amr con el que colaboré junto a Alice Keys. Lo que piense yo personalmente no es tan importante como el hecho de que todos colaboramos en base al amor y respeto mutuo aparcando nuestras opiniones”.

Ya hace años otra de las artistas más conocidas de Israel, Noa, fue objeto de uno de los primeros boicots en España, cuando todavía ni se había extendido el uso de las siglas BDS. La cantante ha seguido actuando regularmente en nuestro país y, eso sí, tiene muy claro lo que es en realidad el BDS, tal y como dijo a raíz del caso Matisyahu (5)“Ha sido puro antisemitismo”.

El boicot es aún más chocante -y desde luego más repugnante- cuando llega desde colectivos que dicen reivindicar la inclusión, pero que en realidad lo que promueven es la exclusión de los judíos o los israelíes por el mero hecho de serlo. Es el caso de determinados sectores del mundo LGTBI que han atacado a artistas o personajes o instituciones israelíes también parte del mundo LGTBI que venían a España para reivindicar sus derechos o participar de celebraciones como el Orgullo Gay.

Así ocurrió ya 2009, cuando se criticó al artista Ivri Lider, uno de los más conocidos representantes de la comunidad gay en Israel, por participar en el orgullo gay de Madrid; o en 2010, cuando se prohibió al Ayuntamiento de Tel Aviv participar en la cabalgata (6) del Orgullo en la capital española.

Y así volvió a ocurrir en 2018 cuando también se pidió el boicot a Netta, la flamante ganadora de Eurovisión que se ha convertido en un icono gay en todo el mundo, en un estupefaciente comunicado (7) en el que se acusaba a la cantante de ser “un producto mediático creado por el Estado israelí para difundir una imagen progresista y gay friendly que no se corresponde con la realidad”.

En el mismo comunicado, atención, culpaban al ejército israelí de la situación “de las personas disidentes de sexo, género o cuerpo en el territorio palestino”. Un ejemplo claro de ceguera voluntaria o, simplemente, locura.

Como vemos en esta breve selección de casos, a los antisemitas del BDS les da igual lo que piensen o cómo se hayan posicionado los artistas judíos a los que boicotean, que sean abanderados de la multiculturalidad, los derechos de los gays o del pacifismo: lo que prima es su nacionalidad y origen étnico y, como única medida de gracia exigen, en auto de fe en la mejor tradición inquisitorial, que denuncien e insulten a su propio país.

Roger Waters: el BDS Cultural en sus propias palabras

Muchos de estas operaciones de boicot habrían sido sin duda apoyadas por el que fuera miembro de la celebrada banda Pink Floyd, Roger Waters, que se ha convertido en los últimos años en la cara más conocida, y una de las más activas, del BDS dentro del mundo de la música.

Se da la circunstancia de que una de las obras más famosas de Roger Waters, The Wall, es una reflexión sobre el totalitarismo con evidentes referencias hacia la II Guerra Mundial y el nazismo, pese a lo cual en los últimos años ha desarrollado un peculiar gusto por simbologías y estéticas similares a las nazis y, desde luego, por lo que muchos consideran antisemitismo puro y duro.

Así, Waters se ha ganado entre otras ‘distinciones’ entrar en 2018 en el top 10 de antisemitas (8) que elabora cada año el prestigioso Simon Wiesenthal Center norteamericano. En el texto que explicaba la lista se aseguraba que el músico británico “quiere explicarles a los judíos lo que es el antisemitismo”.

Lo cierto es que el propio Waters niega las acusaciones, pero sus declaraciones y sus hechos dejan pocas dudas y, sobre todo, son un buen ejemplo de el ánimo y el pensamiento detrás del BDS Cultural.

Además de gestos como dibujar una Estrella de David en uno de los grandes globos con forma de cerdo que son parte de la parafernalia de sus conciertos o usar frases como “Israel es antisemita” en esos mismos espectáculos, Waters tiene un largo historial de declaraciones que han sido incluso recopiladas y denunciadas por la Liga Anti Difamación (9) (ADL por sus siglas en inglés).

Entre ellas despropósitos como asegurar que Israel “es uno de los regímenes más duros alrededor del mundo”, una frase que pronunció en una entrevista con uno de los creadores del movimiento BDS, el antisemita Omar Barghouti (10). En 2016 aseguro que Israel no se defiende sino que se dedica al “asesinato colectivo y el genocidio de personas que sufren la ocupación”; también lo ha acusado de crímenes como “apartheid” y “limpieza étnica”

En muchas ocasiones las críticas de Waters atacan a colegas que no siguen sus ‘órdenes’ sobre el BDS, pero no son parte de un debate racional que podría ser legítimo, sino que toman la forma de acusaciones brutales, como cuando le dijo a Jon Bon Jovi que tocar en Israel le hacía estar “codo con codo” con un terrorista israelí que lanzó una bomba incendiaria en la casa de una familia palestina asesinando a varias personas, entre ellas un bebé.

Para que no quede ningún tópico antisemita sin tocar el británico ha hablado en ocasiones del “poderoso lobby judío” en la política y la prensa americana que impide que información sobre estas cuestiones “llegue a la opinión pública americana”.

BDS también en el deporte

Otro caso de BDS vergonzoso se ha desarrollado en España en los últimos meses: el boicot al partido de la selección femenina israelí de waterpolo. El encuentro, parte de una competición oficial internacional, se iba a celebrar en la localidad barcelonesa de Molins de Rei. Sin embargo, grupos de BDS en Cataluña iniciaron un boicot para evitar la celebración del partido en el que recibieron el apoyo de la CUP, el partido antisistema, anticapitalista y que defiende planteamientos violentamente antisemitas.

Tuvieron éxito: el CN Molins de Rei, cuyas instalaciones son de titularidad municipal, se negó a albergar el partido. La Federación Española de Natación trató entonces de que se disputase en la piscina de Sant Jordi de Barcelona, pero de nuevo se produjeron amenazas y de nuevo las autoridades municipales correspondientes tuvieron un comportamiento lamentable: el Ayuntamiento de Barcelona se negó a ceder la piscina excusándose en “razones logísticas y de seguridad”.

Es obvio que en ambos casos la seguridad se usa como excusa de vergonzosos cálculos políticos o, peor aún, de la propia posición pro BDS de políticos sin escrúpulos. Sin embargo, en el caso de Barcelona es una justificación indefendible para un ayuntamiento que cuenta con una policía propia con unos 3.000 agentes. Por otro lado, la administración municipal que dirige Ada Colau han dado ya numerosas las muestras de simpatizar cuando no compartir abiertamente causas antisemitas.

Finalmente, en mitad de un caos informativo en el que se llegó a hablar de cancelación, el partido se celebró a una hora distinta de la anuncia, a puerta cerrada y en las instalaciones del Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat, de la Generalitat y el Consejo Superior de Deportes.

Por supuesto, esta solución vergonzante provocó una queja de la diplomacia israelí. La ministra de Cultura y Deporte, Miri Reguev había escrito a su homólogo español, José Guirao, pidiéndole que tomase “las medidas necesarias para que la ciudad de Molins de Rei actúe de acuerdo a la Carta Olímpica y evite que el movimiento BDS impida que se celebre el partido”.

Hay que señalar que en muchos casos estas acciones de boicot tienen éxito porque tras ellas hay una amenaza prácticamente explícita de violencia: instituciones privadas o públicas se asustan ante las hipotéticas consecuencias que puede suponerles enfrentarse al BDS.

Un ejemplo claro de este tipo de presión fue el partido de fútbol entre Israel y Argentina -un amistoso sin mayor trascendencia que debía disputarse en suelo israelí- y que la selección sudamericana suspendió después de que alguna de sus estrellas recibiese incluso amenazas de muerte.

Además de este uso de la amenaza violenta hay otros dos aspectos de este tipo de boicot lo hacen especialmente repugnante: en primer lugar, su cobardía, pues en raras ocasiones se enfrentan a grandes acontecimientos deportivos con muchos intereses y dinero en juego, en los que pueden encontrarse una mayor resistencia o incluso podrían generar rechazo en la opinión pública. En cambio, contra una selección pequeña de un deporte minoritario o un partido amistoso se consigue un notable impacto mediático sin correr el mismo riesgo.

Y en segundo pero no menos importante, por usar el deporte no ya como terreno para la política, sino directamente en contra de los valores de fraternidad y concordia que se supone que son las grandes aportaciones de la actividad deportiva a la sociedad.

BDS, ayuntamientos y subvenciones

Muchas de las organizaciones que organizan campañas concretas de boicot antiisraelí en España se enmascaran en propuestas aparentemente relacionadas con la promoción cultural y, además, consiguen parte de su financiación en actividades supuestamente culturales que más tarde no son más que plataformas para la propagación del odio.

Un ejemplo de esto fue la participación de la terrorista palestina Leila Khaled, que fue invitada por la Feria de Ideas y Libros Radicales Literal, en Barcelona, que en esa misma edición había contado con una subvención municipal de 12.000 euros (11),  además de la cesión de unos locales municipales.

Esta cesión de locales públicos para la promoción del odio es muy habitual: en espacios de titularidad municipal de toda España se celebran ‘actividades culturales’ como pases de películas, o convocatorias supuestamente para acercarse a aspectos como la comida o las danzas palestinas, pero la realidad tras esos actos es que sólo se usan para promulgar el boicot antiisraelí y una visión falsa, sectaria y absolutamente parcial del conflicto palestino israelí.

También nos encontramos con casos en los que son las propias entidades públicas las que ejercen la censura antisemita, como hizo el ayuntamiento de Cádiz en 2017, cuando canceló un ciclo de cine israelí (12) que se celebraba en instalaciones municipales y que ya se había iniciado.

La excusa fue que el ciclo cinematográfico entraba “en contradicción con el acuerdo de 2016 de adhesión a la campaña ‘Espacio Libre de Apartheid Israelí’” -es decir, de BDS- que había sido aprobado por el propio ayuntamiento. Este acto arbitrario ha llevado a el alcalde de Cádiz, José María González, ‘Kichi’, a ser denunciado por “discriminación xenófoba” ante la justicia ordinaria.

Dos respuestas al “cobarde y vergonzoso” boicot

Quizá la mejor respuesta al BDS cultural ha llegado, precisamente, desde el mundo del arte y la música. Por ejemplo, el conocido y respetado cantante australiano Nick Cave dirigió una carta abierta a Brian Eno (13)-otro de los grandes promotores del boicot- en la que llegaba a calificar de “cobarde y vergonzoso” el boicot.

Cave llegaba a afirmar que, de hecho, el BDS “es en parte la razón por la que toco en Israel, no como una forma de apoyar a ninguna entidad política en particular, sino como una posición de principios contra aquellos que quieren intimidar, avergonzar y silenciar a músicos”.

Además, el australiano recordaba que “sean cuales sean los aciertos y los errores de la actuación del gobierno israelí en los territorios ocupados Israel es una democracia real, vibrante y efectiva -incluso con árabes como miembros del parlamento- y por lo tanto relacionarse con israelíes que ejercen su derecho al voto puede ser más útil que asustando a artistas y suprimiendo espacios de interacción”.

Otra gran banda que se ha destacado por actuar en Israel y que ha defendido con valentía y acierto su punto de vista han sido los míticos Radiohead, cuyo cantante Thom Yorke respondió de forma magistral (14) al director de cine británico Ken Loach -más conocido por su activismo que por la calidad de sus películas- que le interpelaba a decidir “si están con el opresor o con el oprimido”.

Yorke defendía que “tocar en un país no significa apoyar a su gobierno” y que su grupo ha hecho giras en Israel “durante 20 años” mientras se sucedían diversos ejecutivos “algunos más liberales que otros. Tal y como hemos hecho en EEUU”. El cantante puntualizaba que “no apoyamos a Netanyahu más de lo que apoyamos a Trump, pero seguimos tocando en EEUU”.

Finalmente, aseguraba que “la música, el arte y la universidad tratan de atravesar fronteras y no de construirlas, de mentes abiertas y no cerradas, de compartir valores humanos, dialogo y libertad de expresión. Espero que esto lo deje claro”, concluía.

Lo cierto es que entre los artistas internacionales que han ofrecido conciertos en Israel encontramos nombres como los de Paul McCartney, Alicia Keys, Elton John, Madonna, Lady Gaga, Bob Dylan, Justin Bieber, Red Hot Chili Peppers, Leonard Cohen, Guns N’ Roses, Aerosmith, Rihanna, Justin Timberlake, grandes músicos y cantantes que han entendido que una cosa es la legítima crítica a la acciones de cualquier gobierno -sea más fundada o menos- y otra el establecimiento de boicots que son, simplemente, formas de discriminar a los judíos -israelíes o no- tal y como se les ha discriminado durante siglos en casi toda Europa con las consecuencias de todos conocidas.

 

 
Comentarios

El BDS representa un anacronismo impresentable, por cuanto anida en él, un ódio larvado en forma de rechazo hacia un pais democrático como lo es Israel, y por extension hacia los judios en tanto que colectivo, lo cual contribuye a poner de manifiesto, una actitud judeófoba, contraria a las reglas fundamentales de respeto entre paises y pueblos, en las cuales no debe haber cabida par sentimientos de esta naturaleza …
Parapetados tras el mántra «pro-palestino»lo que en verdad persiguen sus miembros, es el hostigamiento y la exclusion de Israel, y no tanto el bienestar de los civiles de Gaza, como en ocasiones, impudicamente afirman éstos …
Ciertamente les tenemos bien «calados» pero nos seguimos preguntando, acerca de las razones que impulsan a determinados colectivos e individuos, a prestárles apoyo e indentificarse con estas siglas, las cuales lejos de símbolizar valores de solidaridad y derechos humanos, son por el contrario, emblema de sectarismo, de málas ártes y oscurantismo …

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