Una niña siria refugiada carga a su pequeña hermana, mientras su familia, a sus espaldas, hace cola para recibir ayuda. (Crédito de la foto: Mickey Alon)
AL MAFRAQ, Jordania – Sultana tiene 23 años y tiene mucha hambre. Creció en los suburbios al este de Damasco, pero cuando su casa fue bombardeada por un avión perteneciente al régimen sirio, huyó de la ciudad en la noche junto con su esposo y sus cinco hijos.
Todos juntos, el grupo caminó hacia al sur, hacia la seguridad a través de la frontera con Jordania, agregándose a los cientos de miles de refugiados que pululan en este remoto y empobrecido rincón del Reino Hachemita, mientras que el reinado de terror del presidente sirio Bashar Assad no muestra signos de disminuir.
Sultana y su familia fueron ubicados inicialmente en una de las dos mega-campamentos de la ONU en la región, que han crecido como auténticas ciudades de errantes y sus tiendas. Como otros refugiados, se negó a dar su apellido por razones de seguridad.
En el campamento, la enfermedad y el crimen supuran entre los más de 200.000 refugiados que tratan desesperadamente de alimentarse y sobrevivir. Las ONG locales dicen que casi todos los días, entre 700 y 1.000 sirios más cruzan la frontera y se suman al problema.
Mujeres sirias fuera de la oficina de la ONG después de recibir sus bolsas de distribución (Crédito de la foto: Mickey Alon)
Ante el temor de infección y frustrados por el hacinamiento, Sultana y su familia tomaron sus tiendas y se trasladaron a un puesto de avanzada más pequeño, uno de un puñado de mini-campamentos ad hoc que han surgido en medio de las áridas llanuras cercanas a la ciudad jordana de Al- Mafraq. Puede que no se dé cuenta, pero ahora su comida, su aceite de cocina y sus artículos de limpieza le llegan gracias a una organización de ayuda israelí y a una red de donantes judíos en la diáspora, incluyendo a la Federación UJA de Gran Toronto, el AJC, Socorro Judío Mundial y la Fundación Pears.
A fines de la semana pasada, minutos antes de que una tormenta de arena azotara la región y convirtiera a Sultana y su familia en aún más invisibles de lo que ya son, una camioneta conducida por un voluntario de una ONG jordana que llevaba a un voluntario de IsraAid, una agencia de ayuda humanitaria israelí, se detuvo en el campamento. Cerca de 125 refugiados viven aquí en 25 tiendas salpicadas de tierra, apartadas de los organismos de asistencia primaria que surten de alimentos y agua a los campamentos locales más grandes de Zaatari y Mrajeeb Al Fhood. Uno por uno, los refugiados aquí hicieron fila y esperaron ser llamados por su nombre a la camioneta, donde había, listas para su distribución, repletas bolsas púrpura llenas de lentejas, arroz, azúcar y otros productos secos.
Un refugiado en el campamento cerca de Al-Mafraq lleva sus mercancías. (Crédito de la foto: Mickey Alon)
Los productos en el interior de las bolsas son comprados localmente por ONGs jordanas con fondos transferidos a los mismos desde Israel. Son entregados diaria o semanalmente, en un horario aleatorio que depende totalmente de la cantidad de dinero de los donantes que llega a Israel y puede luego ser transferido al otro lado.
«Nos preocupamos por su subsistencia. Ese es el primer pensamiento», dice la directora de una organización humanitaria internacional basada en la fe, cuyo brazo israelí se ha asociado con IsraAid para llevar ayuda a los refugiados sirios en Jordania. Por su propia seguridad, también pidió no ser identificada. «Para nosotros, esto no tiene nada que ver con la política en el país. Se trata de cómo podemos nosotros, cuando hay personas en una situación difícil, donde hay animosidad entre los gobiernos, ¿cómo podemos – judíos y cristianos, trabajadores humanitarios y personas – hacer una diferencia? Y le diré cómo: Bolsa por bolsa».
Una mujer siria lleva sus productos mientras su pequeña hija camina atrás. (Crédito de la foto: Mickey Alon)
La mujer es la pieza clave en este proceso, una dura y sin vueltas trabajadora humanitaria que ha visto el trauma en primera línea en todo el mundo y entiende que la atención de la crisis depende de las relaciones sobre el terreno. Viaja a través de la frontera varias veces al mes, acompañada por varios voluntarios de IsraAid que conocen el clima local, han cultivado relaciones con los jefes de ONG jordanas y no tienen ningún deseo de permitir que la política se convierta en un obstáculo.
«No venimos como representantes de Netanyahu, o de un partido o del gobierno. Venimos porque somos gente que quiere hacer trabajo humanitario», dice Mickey Alon, un fotógrafo de día que es voluntario de IsraAid y ha viajado con misiones de ayuda israelí a Haití, Sudán del Sur y Japón.
Una familia en el campamento de refugiados. (Crédito de la foto: Mickey Alon)
Estamos sentados en la oficina de una importante ONG jordana, bebiendo café caliente por insistencia de su director, Ali. La ONG pidió no ser identificada por temor a que su asociación con Israel pudiera causar reacción en contra de los familiares de los refugiados sirios que aún tienen que arreglárselas.
Aquí en Jordania, sin embargo, Ali dice que está feliz de trabajar con israelíes, y los refugiados, simplemente, desean ser alimentados.
«Créanme, la gente tiene hambre y eso no importa. No preguntan de dónde viene la ayuda» dice. «Con los refugiados no hay ningún problema. Pero el régimen adentro [Siria], los chantajea si saben que son apoyados por Israel».
El campamento de refugiados cerca de Al- Mafraq. (Crédito de la foto: Mickey Alon)
Afuera, una fila de mujeres sirias que han dejado los campamentos y emigrado a la ciudad espera pacientemente sus propias bolsas púrpura. Después de terminar nuestro café, algunos de los empleados de Ali – todos ellos también donando su tiempo, trabajando sin salario – abren las puertas. Las mujeres entran en torrente, todas sombras oscuras en sus abayas negras, tratando de arrastrar los bolsos llenos por el tramo de escaleras y hacia la calle. Más tarde, cuando nos despedimos de Ali y caminamos hasta la camioneta, un rastro de lentejas secas y granos de arroz cruje bajo nuestros pies.
Las bolsas, por supuesto, son un parche. Estas mujeres necesitan más que comida. Una de ellas, una viuda de 41 años, llamada Asma, me lleva a un lado y abre la cremallera de su abaya para mostrarme una herida con pus en el vientre de un metro de largo, un recordatorio de la explosión que mató a su marido y la hizo volar. Ali la lleva a un lado y, cuando el resto de las mujeres se ha ido, se compromete a encontrar una manera de llevarla a un hospital de Amman.
Una madre siria y sus hijos dentro de una tienda de UNHCR. (Crédito de la foto: Mickey Alon)
El gobierno jordano, dice Ali, está haciendo todo lo que puede para ayudar a esta gente. Pero incluso las ONG han quedado chicas. Los refugiados golpean su puerta por la noche. Las madres vienen pidiendo carne y leche para los niños que dieron a luz en sus tiendas en el campamento. Para el próximo invierno, que algunos meteorólogos han advertido que será el más duro que azotará el desierto de Jordania en décadas, faltan sólo unas semanas. Se necesitan desesperadamente casas rodantes, mantas y aislamiento, y los fondos simplemente no alcanzan.
Así que cuando IsraAid se acercó, a principios de enero, a la organización de Ali, estaba ansioso por empezar una asociación.
«Nos sentimos como una familia», dice ahora. «Son buenos muchachos, un muy buen equipo. Colaboramos y trabajamos honestamente».
Un niño sirio y su hermano frente a su tienda. (Crédito de la foto: Mickey Alon)
La relación ha florecido, dice Alon, es una amistad humana básica.
«Se ven muchos estadounidenses realizando labores humanitarias en todo el mundo. Es un poco más complicado hacerlo para los israelíes”, dice Alon. Hace un gesto hacia la sede en mal estado de la ONG. «Es importante para mí, primero como ser humano, y este lugar nos permite hacer cosas más allá de lo que el israelí promedio puede hacer. No venimos con grandes banderas israelíes o de alguna afiliación política. No miramos esto para ver si es bueno para la relación sirio-israelí. Miramos sólo a la gente con la que vamos a trabajar».
Un niño sirio se encuentra en medio de las bolsas de distribución, pagados por donantes judíos. (Crédito de la foto: Mickey Alon)
La ayuda que Israel puede dar a estos refugiados, dicen los voluntarios de IsraAid y el director de la organización internacional de ayuda, fluye bolsa por bolsa, donación por donación. Y si la participación de Israel en Jordania va a cambiar las percepciones políticas, agregan, sucederá de la misma manera lenta.
«No es llegar aquí y decir, ‘¡Somos de Israel!'», dice el director de la organización asociada de IsraAid. «Mantén la boca cerrada y haz el trabajo. Y tal vez harán algunas preguntas después de los hechos, porque las acciones hablan más fuerte que las palabras».
Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld
A estos de IsraAid les deberia dar vergüenza ayudar a extranjeros y no a su propio pueblo, si de verdad quieren ayudar a la gente necesitada y dar alimentos que lo hagan con los sullos…
Yad Ezra V’Shulamit es una ONG que devuelve la dignidad a las familias judías en desventaja social; distribuyendo más de 2.500 canastas de alimentos semanalmente a lo largo y a lo ancho de Israel. Las cestas rebozan con pollos, pescados, frutas, verduras, aceite, cereales, legumbres, productos envasados, pastas y jalot – suficiente para alimentar a toda una familia en shabat y el resto de la semana.
Otro de nuestros proyectos incluye la rehabilitación de jovenes en situación de riesgo. A nuestros 37 centros juveniles concurren diaramente al menos 2000 jóvenes provenientes de familias no funcionales de todo el país. Les brindamos un marco de apoyo emocional y educativo, actividades recreativas y orientación laboral. Además tenemos otros 6.000 jóvenes externos/intermitentes, quienes se benefician de nuestros marcos de apoyo tambien.
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