La advertencia sobre el peligro de un boicot contra Israel ha sido formulada por algunos ministros del propio gobierno de Benjamín Netanyahu. Tanto la Ministra de Justicia Tzipi Livni-encargada de las negociaciones con los palestinos- como el titular de Finanzas Yair Lapid, ambos considerados del sector más liberal del gabinete y el más insistente en cuanto a la necesidad de llegar a un acuerdo con los palestinos, han señalado que si las negociaciones no llegan a buen término, Israel podría estar en problemas al respecto.
Una de las preguntas claves al respecto es qué está pasando ahora, si acaso es correcto hablar de un boicot generalizado o de casos puntuales y aislados, y si ello se debe a la ocupación de Cisjordania y la política de los asentamientos, o a algo más a fondo de parte de quienes no consideran legítima la existencia misma del Estado de Israel.
Pues hay de todo.
El llamado a boicotear a Israel no es nuevo. Apenas se creó el Estado en 1948, los países de la Liga Árabe le declararon un boicot organizado y hasta ahora, así como los países árabes no reciben a nadie en cuyo pasaporte haya un ingreso a Israel, tampoco compran abiertamente productos israelíes, aunque hay trampas que los presentan como provenientes de otros lares, de lo cual el país receptor tiene pleno conocimiento.
Pero el boicot iniciado por ONGs y diversas organizaciones palestinas, comenzó en la práctica en el 2001, aunque formalmente, su mayor símbolo es el grupo BDS (por su singla inglesa Boycott Divestment Sanctions), creado en el 2005 en Ramallah.
Contrariamente a lo que suele presentarse como una exhortación a boicotear productos de los asentamientos israelíes , en realidad el BDS llama a algo mucho más amplio, tal cual nos lo confirmó uno de sus cofundadores, Omar Barghouti.
Partiendo de la afirmación que “Israel es un Estado apartheid, como era Sudáfrica”, Barghouti asegura que hay que tratarlo de la misma forma y que sería un error ir sólo contra “el crimen”-los asentamientos, según él-y no contra “el criminal”, Israel, alega.
“El movimiento BDS espera lograr un boicot de todos los productos israelíes a los que hay alternativas”, dice Barghouti , afirmando además que no hay contradicción entre su ideología y el hecho que tiene un título obtenido de la Universidad israelí de Tel Aviv. “Nuestro objetivo es aislar a Israel en todas las áreas, académica, cultural y económica”, admite, “a fin de alcanzar libertad, justicia e igualdad para todo el pueblo palestino”.
En su opinión, medidas como la reciente decisión de un fondo de pensiones de Holanda de cortar todo vínculo con bancos israelíes que operan más allá de las líneas del 67, o el anuncio de la Asociación de profesores de Estudios Americanos de Estados Unidos de no mantener ningún vínculo con Israel, es una muestra de sus logros.
Pero Amir Sagie, Director del Departamento de Sociedad Civil en la Cancillería israelí, afirma que “no hay ninguna ola de boicot sino algunas actitudes únicamente en los extremos, y más que nada habladurías”.
También el portavoz del Primer Ministro Benjamín Netanyahu, Mark Regev, afirma a este diario que “al acompañar recientemente a mi Premier en el Foro Económico de Davos, constaté nuevamente cuántos líderes de países y de grandes compañías, quieren estar en contacto con Israel e invertir aquí”.
Esto no significa , sin embargo, que no esté pasando nada. Hace varios meses, al firmarse un acuerdo de investigación científica conjunta con la Unión Europea, esta exigió introducir un artículo que especifica que sus fondos de inversión no pueden ser utilizados en instituciones israelíes que funcionan en Cisjordania. Y hay cadenas de supermercados especialmente en Gran Bretaña y Dinamarca, que marcan explícitamente los productos que provienen de los asentamientos. Esto no está directamente relacionado al BDS, pero sí al ambiente que crea.
Recalcando que no es cierto dar a entender que hay hoy boicot contra Israel, el portavoz de Netanyahu, Regev, aclara: “Tomar a Israel como blanco es no sólo inmoral e injusto sino que tampoco ayuda a la paz. Es que si uno da a entender que la razón por la que hay problemas en el Medio Oriente es solamente el comportamiento de Israel, con ello atrinchera a los palestinos en posturas de línea dura y con eso hace que sea mucho más difícil alcanzar la paz”.Recuerda además que es un error centrar todo en los asentamientos “porque el conflicto comenzó 50 años antes de la creación de los mismos y además, cuando nos fuimos de Gaza y desmantelamos todos los asentamientos, no recibimos paz, sino misiles”.
Ni Regev ni Sagie alegan que el tema de los asentamientos carece de importancia o que no debe ser abordado y solucionado.Pero insisten en que no pueden ser motivo de boicot, sino de negociación entre las partes.
“Aquí hay un clásico doble rasero..nos exigen a nosotros lo que no exigen a nadie”, afirma. “Todas esas compañías que hablan de inversiones morales y de responsabilidad , cuando van a invertir en Arabia Saudita no hacen preguntas sobre derechos humanos.Tampoco en China por supuesto. Pero en Israel súbitamente ese es el primer tema”. Aunque distingue entre el llamado de boicot general del BDS y la política de la Unión Europea de marcar productos de los asentamientos, recalca: “Nadie pidió marcar productos de Tibet o Sahara occidental, pero sí de los asentamientos..Hay aquí mucha hipocresía”.
Y quizás, la frase con la que finaliza la entrevista, sea la central del mensaje israelí: “Boicot no ayuda a los palestinos ni a la paz. Aleja y no acerca. Que inviertan en emprendimientos de pueblo a pueblo, en encontrar a las partes y ver iniciativas que pueden acercar a los dos pueblos.Los que en nombre de una postura pro palestina promueven boicot, no están siendo realmente pro palestinos sino únicamente anti israelíes”.
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