La ola de desgraciados y pobres gentes que huyen de Libia, Siria, Yemen y hasta de Turquía con destino a Occidente es el producto puro y duro del Estado Islámico, un regalo envenenado cuyo rumbo no puede ser hacia el corazón de Asia, donde la situación social es aún peor, ni hacia Rusia o Irán, país en el que serían considerados subhumanos suníes. Hablando con claridad, lo único que frenaría ese flujo humano sería la doble derrota de Assad y ...