Si, en efecto, Trump mueve la ficha diplomática que hará de Jerusalén la capital de Israel, será la mejor decisión de su vida y una prueba de que el mundo musulmán tiene que acatar, al fin, la cara más dura de la realidad. No sorprende que el Papa, tan amigo de los judíos como se lo piense, esté en este tema del lado de Erdogan, el déspota turco, y en las mismas filas que los iraníes, esos destiladores de veneno ...