En Génesis 22, 1-2. Ha-Elohim, su Dios, interpela a un Abraham atónito: va a imponerle el sacrificio de Isaac, su hijo. “Abraham”, llama el Señor. “Heme aquí”, responde. A eso se reduce todo. La Escritura dice, en esas pocas palabras lo decisivo: no hay resistencia frente a lo inexorable. Resignación, tampoco. Inteligencia, sí. La que se encierra en la única primordial sabiduría: que suplicar el favor de que lo peor no ocurra, no sirve de nada. Cuando lo que va ...