Viendo al Gobierno israelí convulsionarse por cuarenta casas del asentamiento ilegal de Amona, es comprensible que alguien ajeno al asunto se pregunte si se ha vuelto loco. Si no se comprende la estrategia subyacente, no hay forma racional de explicar por qué altos funcionarios del Gobierno han dedicado más horas a buscar la manera de evitar demoler esas cuarenta casas que a otros asuntos mucho más importantes. La clave de todo eso tiene más sentido que las políticas formuladas, y también demuestra por ...