Una pregunta retorna, cada vez que el odio estalla, como sucede ahora, en Palestina: ¿Por qué fracasaron los acuerdos de Oslo? Porque su lógica se asentaba sobre una racionalidad demasiado obvia: que un Estado moderno puede ser consolidado sobre cualquier territorio y, con ayuda económica inicial, gestar una sociedad próspera. Así sucedió con Israel, a partir de 1948. No hubiera debido existir obstáculo para que igual pasara con Cisjordania y Gaza tras los acuerdos de 1993. El proyecto era sensato: una ...