Si hasta ahora el ISIS nos parecía cruel, sanguinario y perverso, a la lista de sus maldades se agrega ahora la de jugueteros despiadados. Hemos visto las fotos de las muñecas-bomba, de los animalitos de plástico rellenos de explosivo y el reguero de sangre infantil que dejan los yihadistas tras el abandono de las villas y pequeños pueblos que ocupaban. El fin de esos fatídicos regalos es atentar contra niños que, inocentes, se inclinan a recoger, de ...