Cuando nos enteramos de que la célula jihadista de Ripoll planeaba atentar contra algunos edificios emblemáticos de Barcelona como la Sagrada Familia por ejemplo, no experimentamos primero consternación y luego alivio: los cuerpos de las víctimas, los mutilados que aún se reponen en los hospitales y el dolor colectivo es todavía fresco y punzante, por lo que es difícil juzgar lo sucedido con ánimo sereno y relajado. Pero sí comprendimos-algunos comprendimos-, el carácter religioso de la hipotética agresión, por lo ...