Para los inmundos, el asesinato de una niña de trece años, que horas antes había bailado ballet en la fiesta de fin de curso de su colegio, no es noticia “desgarradora” que merezca “la repulsa y la condena” y el que un locutor, con rostro de profunda consternación, comparta con la opinión pública el terrible suceso. Nada. Ni una puta palabra. Como la niña era israelita y el asesino, como es habitual, un parásito palestino de esas aldeas que tienen ...