La estrategia norteamericana desplegada en los últimos veinticinco años destinada a dejar fuera de su antigua órbita de influencia a Rusia parece que está llegando a su fin y condenada al más rotundo de los fracasos. Esta política, seguida de una forma escrupulosa y sin andarse por las ramas por los dos Bush, Bill Clinton e incluso Obama, trataba de frenar la influencia rusa en Europa del Este, los Balcanes, Asia Central, Oriente Medio y el Cáucaso. La primera fase de ...