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| martes diciembre 17, 2024

El BDS y la discriminación de los judíos


¿Es el BDS antisemita? La cuestión ha despertado encendidos debates en los que podemos distinguir tres posturas fundamentales.

En primer lugar están quienes apoyan o consideran legítima la causa de este movimiento global que busca aislar por sus supuestos pecados morales a Israel según el modelo ensayado desde finales de los sesenta contra la Sudáfrica del apartheid.

La segunda de estas posturas no comulga con los argumentos del BDS, al considerarlos maniqueos y fundamentalmente injustos, en parte por su arbitrariedad al poner en la diana a un Estado cuyos estándares en materia de derechos humanos están muy por encima de los de la mayoría de países del mundo, por mucho que en ocasiones pueda cometer abusos o adoptar políticas discriminatorias y abusivas.

Por último, la tercera opinión se diferencia fundamentalmente de la segunda en la atribución al BDS de una motivación antisemita que, pese a esconderse bajo el manto de los derechos humanos y el anticolonialismo, no hace más que abundar en la vieja obsesión de perseguir y excluir a los judíos y hacerles chivos expiatorios de todos los males del mundo.

Es extremadamente difícil identificar los motivos que llevan a las personas a defender una determinada postura. En el caso del BDS, las razones pueden variar según cada caso individual, por lo que es imposible dar una respuesta tajante a la pregunta de los motivos.

Mucho más asequible resulta evaluar las consecuencias de las acciones. ¿A qué llevan las estrictas políticas de boicot que promueve el BDS? Permítanme contestar a la cuestión con un caso ocurrido recientemente en Sudáfrica, uno de los países del mundo donde el BDS tiene más influencia.

El juez del Tribunal Supremo de Apelación sudafricano David Unterhalter optaba hasta esta semana a ser elegido para uno de los puestos que han quedado libres en el Tribunal Constitucional del país austral. Unterhalter es judío y había pertenecido al South African Board of Jewish Deputies (SABJD), la organización que representa a la mayoría de las congregaciones judías de Sudáfrica. Debido a la asociación del juez con el SABJD, el BDS inició en abril una campaña para boicotear su candidatura al Constitucional. Según el BDS, los lazos del magistrado con la organización que representa a su comunidad lo descalifican para ocupar un puesto en el más alto tribunal sudafricano.

Digámoslo en sus propias palabras. El SABJD “apoya y minimiza las acciones del Estado de Israel”, al que el BDS acusa de haber instaurado un apartheid contra la población árabe. Por haber pertenecido a un colectivo proisraelí, Unterhalter no puede ser considerado “un defensor de los derechos humanos” consagrados en la Constitución de Sudáfrica y debe, por tanto, ser descalificado del concurso.

La reivindicación del BDS se habría quedado en una anécdota desagradable para el juez y los demás judíos sudafricanos de no haber sido asumida por algunos de los cargos públicos que participaban en la evaluación de los candidatos.

En el mes de abril, un tribunal sudafricano ordenó que se repitieran las entrevistas a los candidatos después de que una ONG las impugnara por los atropellos que se habían cometido contra algunos de ellos. Una de estas violaciones del debido proceso fueron las preguntas a Unterhalter sobre su vinculación al SABJD. Las entrevistas volvieron a hacerse la semana pasada. En clara contradicción con lo dispuesto por el tribunal, Unterhalter volvió a ver cuestionada su habilidad para impartir justicia debido a su relación con la organización que le representa como judío. LB Sigogo, de la Asociación de Abogados Negros, le preguntó sobre su opinión “respecto a la relación entre Palestina e Israel”. El ministro de Justicia. Ronald Lamola, se dirigió al juez en los siguientes términos:

¿Cree que su afiliación o el hecho de haber sido uno de los líderes del SAJBD puede afectar a su imparcialidad cuando asuntos ligados al Estado de Israel o a Palestina se presenten ante nuestro tribunal?

Otro miembro del panel, el abogado Dali Mpofu, fue todavía más lejos.

En mi opinión, cualquiera que esté asociado al apartheid no puede creer en una Constitución comprometida con la igualdad. Es obvio. Si eso es correcto, ¿puede decirse lo mismo de una organización [el SABJD] que tiene relación con el sionismo, que es, por definición, inherentemente irreconciliable con la noción de igualdad entre las personas?

Pese a estar considerado el aspirante más preparado, Unterhalter quedó fuera de la lista final de candidatos después de esta entrevista. Tampoco pasó el corte el otro aspirante de raza blanca que había entre los candidatos, el abogado Alan Dodson, a quien el abogado Mpofu espetó:

Nadie parece estar hablando de eso [de que el juez sea ‘un varón blanco’]. Este es el elefante en la habitación.

Dodson respondió de la única forma que podía: “No creo que pueda hacer nada sobre el hecho de ser blanco, como tampoco puedo hacer mucho ante la circunstancia de que sea hombre”. (Sobre esta segunda afirmación disentirían feministas woke como Irene Montero, pero dejemos las cuestiones de sexo y raza para otro artículo).

Teniendo en cuenta la larga experiencia profesional de Unterhalter, es legítimo sospechar que las objeciones formuladas por el BDS y recogidas por los evaluadores tuvieran cierto peso en la decisión de descartarle para un puesto en el Constitucional.

Más allá de los méritos de las acusaciones de antisemitismo hacia el BDS, el triunfo del boicot que propone tiene una consecuencia innegable que el dirigente del SABJD David Saks explicó muy bien este artículo en Politicsweb.

El intento de sabotear la candidatura de Unterhalter equivale a pedir que cualquiera que tenga relación con una organización que apoye a Israel no debe ser elegible para desempeñar un cargo público. En la práctica, esto supone la exclusión de la vasta mayoría de judíos sudafricanos [y de cualquier otros país del mundo], ya que la mayor parte de los miembros de la comunidad están vinculados a al menos una organización judía, ya sea una sinagoga, una escuela o alguna de las diversos grupos de caridad, seguridad, cultura, campañas sociales, derechos civiles u otras organizaciones comunitarias, que, casi sin excepción, puede, en un grado u otro, ser considerada sionista.

El affaire Unterhalter deja claro que, si no se combate y mantiene a raya, la influencia del BDS en nuestras sociedades nos devuelve, por otros medios y con nuevas justificaciones, a una realidad que ya conoció la Europa nazi y fascista de los años 30 y 40: la de la exclusión de los judíos de las instituciones públicas y de todas las profesiones de poder y de prestigio.

 
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