La frase de Einstein lo resume con precisión: “Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”. Y si hay algún prejuicio inasequible al desaliento, es el antisemita, capaz de sobrevivir incluso al asesinato de seis millones de judíos. Elie Wiesel lo describió con amargo dolor: el Holocausto mató a los judíos, pero no mató el odio a los judíos. Sea en su versión bárbara o más sutil, lo cierto es que el antisemitismo no solo no desaparece, sino que arrecia ...