A fines de junio, el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas emitió un reporte sobre la guerra acaecida a mediados del año pasado entre Hamas e Israel en el que concluyó que ambas partes cometieron crímenes de guerra. Para el observador despistado, la equivalencia moral entre una democracia y un movimiento fundamentalista feroz puede pasar desapercibida y ser leída en clave de presunta equidistancia: así como la ONU condena Israel, también lo hace con el Hamas. Esa lectura ...