Cada uno fue único, pero todos tienen la misma matriz. El primero fue la Embajada de Israel, el 17 de marzo de 1992, y enseguida vino el segundo, en la AMIA, el 18 de julio de 1994. En ambos, el patrón que se repetía consistió en el atentado, la instrucción de organismos dependientes del Poder Ejecutivo como auxiliares de la justicia sobre la escena del crimen, la no resolución del caso y finalmente, la impunidad. Luego vino el tercer atentado, que fue ...