A medida que envejecemos y nuestra memoria palidece, se comprende mejor su función identitaria. En gran medida y día a día recordamos, al despertar, quiénes somos. Un haz de experiencias genéticas y didácticas, pero también un ser voluntario, que depende casi por entero de sus propias fuerzas para mantenerse íntegro, útil a sí mismo y a los demás. El hecho de que en hebreo zejer, memoria, tenga el mismo valor numérico que brajá, bendición, nos indica cómo de despiadado y ...