No hace falta ser un experto en seguridad para percatarse de que nuestras sociedades están siendo atacadas. A diferencia de las guerras tradicionales, la amenaza no proviene del exterior sino que anida en nuestras propias entrañas. De nada sirven los refugios, ni tan siquiera las armas para responder. El enemigo no tiene bandera ni uniforme: sólo una ideología que justifica la mentira y ensalza la muerte y el terror. Pero, más allá del espanto, el efecto secundario más peligroso y ...