Durante décadas, la American Studies Association ha trabajado en una merecida oscuridad. Ya no.
Ahora se ha hecho un nombre al votar boicotear las universidades israelíes, acusándolas de negar derechos académicos y humanos a palestinos.
Dado que Israel tiene un sistema político profundamente democrático, la prensa más libre de Medio Oriente, un poder judicial vehementemente independiente, y una asombrosa diversidad religiosa y racial dentro de sus universidades, incluyendo acción afirmativa en favor de estudiantes árabes, la acusación es bastante extraña.
Sobre todo si se tiene en cuenta el estado de los derechos humanos en el vecindario de Israel.
En estos momentos, el gobierno de Siria está lanzando «balas de cañón» llenas de clavos, metralla y otros instrumentos de terror contra sus propias ciudades. ¿Dónde está el boicot de ASA a Siria?
¿Y a Irán, que cuelga a disidentes políticos, religiosos e incluso sexuales y no tiene libertad académica en absoluto? ¿O a Egipto, donde los cristianos son abiertamente perseguidos? ¿O a Turquía, Arabia Saudita o, para el caso, a las masivamente represoras China y Rusia?
Lo cual hace evidente que el boicot de ASA no tiene nada que ver con los derechos humanos.
Es un ejercicio de moda radical, que les da a los académicos marginados un remezón de pretendido anticolonialismo, aderezado con una dosis de inquieto antisemitismo.
Y que no se diga que esto es sólo acerca del sionismo. La treta es transparente.
Israel es el único estado judío del mundo. Aplicar al estado de los judíos un doble estándar que no se aplica a ningún otro, para juzgar a un pueblo de un modo que no se juzga a ningún otro, singularizar a ese pueblo para condenarlo y aislarlo – es empeñarse en un grave acto de discriminación.
Y la discriminación contra los judíos tiene un nombre. Se llama antisemitismo.
El ex presidente de Harvard, Larry Summers, llamó a las acciones de ASA «antisemitas en sus efectos, aunque no necesariamente en su intención». Elijo ser menos amable. La intención es clara: incitar odio contra la mayor – y única soberana – comunidad judía de la tierra.
¿Qué hacer?
Enfrentando un similar (británico) boicot académico de israelíes hace siete años, Alan Dershowitz y el físico Steven Weinberg, ganador del premio Nobel, escribieron una carta abierta declarando que, a los efectos de cualquier boicot anti-Israel, ellos deben ser considerados israelíes.
Lo que significa: ¿Ustedes discriminan a los israelíes? Muy bien, no cuenten con nosotros. No tendremos nada que ver con ustedes.
Miles de otros académicos añadieron sus firmas a la carta Dershowitz/Weinberg. Fue la perfecta respuesta especular. Boicot a los partidarios del boicot, con desprecio.
Pero la academia no es el único hogar para tal perjuicio. A lo largo del mundo de la cultura, el movimiento de boicot a Israel es cada vez mayor. Se ha puesto de moda entre los músicos, actores, escritores y artistas de todo tipo para purificarse ostentosamente de Israel y de los israelíes.
El ejemplo del los que usan esmoquin se ha extendido a los más burdos y descuidados antisemitas, como los matones que hace unos años interrumpieron en Londres actuaciones del Cuarteto de Jerusalén y la Filarmónica de Israel.
En este mar de fácil y abierto fanatismo, un hombre poco común ha hecho una inusual declaración. Ruso de nacimiento, europeo por residencia, Evgeny Kissin es posiblemente el mayor virtuoso pianista del mundo.
También es un judío por convicción. Profundamente afligido por el tratamiento de Israel en el mundo de la cultura que le rodea, Kissin fue más allá de la postura Dershowitz/Weinberg de pedir ser considerado israelí. El 7 de diciembre, se convirtió en judío, desafiante.
Al tomar el juramento de ciudadanía israelí en Jerusalén, declaró: «Yo soy un judío, Israel es un estado judío. …El caso de Israel es mi caso, los enemigos de Israel son mis enemigos, y no quiero ser librado de los problemas que enfrentan los músicos israelíes cuando representan al estado judío más allá de sus fronteras».
Revelación completa: Tengo una conexión personal con Kissin.
Durante los últimos dos años he trabajado para traerlo a Washington para interpretar para Pro Música Hebraica, una organización sin fines de lucro (fundada por mi esposa y yo) dedicada a reactivar la música clásica judía perdida y olvidada. Tuvimos éxito.
El 24 de febrero, Kissin interpretará, en el Kennedy Center Concert Hall, obras de la música judía de Europa Oriental, su primera aparición en EE.UU. como israelí.
La persistencia del antisemitismo, el más antiguo de los venenos, es uno de los grandes misterios de la historia. Incluso la vergüenza del Holocausto demostró no ser un antídoto. Sólo proporcionó un respiro temporal. El antisemitismo está de vuelta. Por desgracia, una nueva generación debe aprender a hacerle frente.
¿Cómo? ¿Cómo responder a los matones, físicos e intelectuales, que singularizan a los judíos para el ataque? La mejor manera, la manera más digna, es hacer como Dershowitz, Weinberg o Kissin.
Exprese su solidaridad. Firme la carta abierta o escriba la suya. Colóquese la estrella amarilla y llévela orgullosamente.
Charles Krauthammer es un columnista de The Washington Post
http://www.washingtonpost.com/opinions/charles-krauthammer-how-to-fight-academic-bigotry/2014/01/09/64f482ee-795e-11e3-af7f-13bf0e9965f6_story.html
Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld
Lo de siempre; y mientras en España, la pro-palestina familia Bardem campa a sus anchas estafando a los españoles, y dándose premios «Goya» a películas que no han recaudado nada, usando la TVE publica pagada por todos, para hacerse millonarios y seguir con sus oscuras financiaciones…