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| jueves mayo 9, 2024

Por Qué los Israelíes Están Preocupados Por Donald Trump


Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld
¿Dónde se ubica Donald Trump en el conflicto árabe-israelí?

Como con tantas otras cosas, la única característica constante de las declaraciones de Trump es su improvisada y contradictoria naturaleza. La forma de pensar la política exterior de Trump podría ser realmente tan caótica como las frases con que las expresa. Alternativamente, de hecho podría haber un método detrás de la locura. Sin embargo, se sea o no caritativo hacia el controvertido magnate, todos los indicios sugieren que una presidencia Trump podría, imprudentemente, poner en peligro la alianza incondicional entre Estados Unidos e Israel y, por lo tanto, poner en peligro la seguridad de la única democracia de Medio Oriente.

Por un lado, los comentarios de Trump parecen prácticamente imposible de interpretar coherentemente. En su discurso en AIPAC, Trump anunció que desmantelaría el acuerdo con Irán, después, cinco minutos más tarde declaró que lo cumpliría. A veces expresa una cierta indiferencia hacia el estado judío: de manera similar a Bernie Sanders, Trump ha anunciado una política de neutralidad entre israelíes y palestinos, añadiendo que «quiere entrar con un pizarrón limpio» en lugar de prometer defender las necesidades de seguridad del aliado regional más confiable de EE.UU. Es preocupante que Trump haya declarado que «una cierta cantidad de sorpresa e imprevisibilidad» sería la clave de su estrategia de negociación, anunciando un plan de juego que involucra aún más caos en un cada vez más caótico Medio Oriente.

En otras ocasiones, Trump ha culpado a Israel por el prolongado conflicto, especulando, «no sé si Israel tiene el compromiso» para hacer la paz, y exonerando efectivamente a la parte palestina cuando dijo que la paz depende de «si Israel” – en lugar del rechazante liderazgo palestino y las fuerzas jihadistas – «quiere hacer el trato… puede ser que no quiera».

Por cierto, Trump ha hecho ruidos pro-Israel – y muy fuertes esta semana en la conferencia política de AIPAC. «Mi hija está casada con un judío que es un entusiasta partidario de Israel», ha dicho Trump, que es una prueba tan convincente de afinidades pro-Israel como «mi mejor amigo es mexicano». Con su habitual arrogancia, Trump ha afirmado que «el único que le va a dar a Israel el tipo de apoyo que necesita es Donald Trump». Pero hay poco en sus otras declaraciones para elogiar esta amplia promesa. Justo antes de subir al estrado de AIPAC, Trump dio a entender, asombrosamente, que esperaba que Israel devolviera la ayuda militar estadounidense.

Como lo ha mostrado un análisis de los recientes discursos, Trump formula una «declaración errónea» cada cinco minutos. ¿Cómo puede confiarse en un hombre tan inclinado a las falsedades para el delicado manejo de la diplomacia y la política global? Y en un hombre que ha sugerido que EE.UU. debe retirarse de la OTAN.

Aquellos inclinados a comprar las propuestas de Trump de que es «actualmente el mayor amigo [de Israel]» tendrán que luchar para racionalizar su sucedáneo récord de declaraciones públicas. Trump es un hombre de principios, en la medida en que esos principios sean conveniencia y oportunismo. En la campaña electoral ha demostrado una notable capacidad para decir o hacer lo que sea que maximice votos y, a continuación, darse vuelta como un panqueque desvergonzadamente si es necesario. Es extremadamente difícil descifrar algún compromiso discernible de Trump con valores o causas de cualquier tipo, aparte de los de su propia marca. Un presidente Trump probablemente jugaría tan imprudentemente con alianzas regionales de Estados Unidos como el presidente Obama, poniendo en peligro aún más las crecientes amenazas al orden mundial liberal que Estados Unidos ha combatido sin descanso para sostener, justo cuando más necesita ser rehabilitado.

Esto en cuanto al registro aparentemente anárquico de las declaraciones públicas de Trump. Sin embargo, el verdadero peligro puede estar en un método, los contornos del cual se pueden empezar a detectar detrás de la locura.

Dada la histórica tentación de los presidentes de EE.UU. para tratar de resolver el conflicto árabe-israelí y la autopercepción de Trump como un negociador maestro, parece que Trump está convencido de que puede diseñar un brillante avance diplomático. De hecho, en AIPAC se esforzó en subrayar su condición de autor de un libro sobre negociaciones. Pero El Arte de la Transacción es una base chapucera para el ajedrez geopolítico. Sus declaraciones no revelan ninguna comprensión de los matices de la frágil geopolítica, y todo indica que con impaciencia e impetuosamente cree que todo lo que la paz requiere es que un presidente estadounidense confíe en su perspicacia para los negocios para forzar un acuerdo.

Pero como el senador Marco Rubio lo señaló, el conflicto árabe-israelí «no es un negocio de bienes raíces». Está repleto de complejidades que exigen perseverancia, construcción de confianza e inventiva – en resumen, características que son difíciles de imaginar en un candidato presidencial que aún tenía que nombrar a un equipo de política exterior hasta unos días antes de su presencia del 21 de marzo en AIPAC.

Una impaciente carrera para lograr un estatus final sin ninguna atención a las razones históricas y estructurales que subyacen en el impasse, probablemente explotarán espectacularmente en la cara de Israel con el riesgo de otra conflagración. Israel entiende que la repetición de esta estrategia de «cumbre de paz» no funcionará sin atender a las causas subyacentes del rechazo y la inestabilidad en el lado palestino, y se resistirá a la imposición de métodos probados y fallidos. La colisión entre el realismo sobrio de Israel y la grandiosa confianza de Trump en sus propias habilidades es una receta para una fricción innecesaria entre Jerusalén y Washington.

Todos los otros candidatos republicanos – e incluso Hillary Clinton, en cierta medida – creen que el próximo presidente debe reafirmar y reparar la relación EE.UU.-Israel. Reconocen que los israelíes están muy dispuestos a hacer sacrificios en pro de la paz cuando están más seguros, mientras que los enemigos de Israel están menos dispuestos a hacer concesiones cuando ven el amanecer entre Washington y Jerusalén. La apatía de Trump hacia Israel, o como alternativa su arrogante creencia en sus propios poderes de negociación como una panacea, arriesga crear más daño a esta insustituible alianza transnacional.

Está escrito en la pared. No es demasiado tarde para que los republicanos le hagan caso.

Gregg Roman es director del Middle East Forum, un centro de investigación con sede en Filadelfia. Es también un ex funcionario de los ministerios israelíes de defensa y de relaciones exteriores. Eylon Aslan-Levy es un escritor británico-israelí y comentarista político, y un graduado de las universidades de Oxford y Cambridge.

http://dailycaller.com/2016/03/24/why-israelis-are-worried-about-donald-trump/

 
Comentarios

El que un personaje como Trump, pueda salir finalmente elegido para presidir la nacion mas poderosa e influyente del mundo, es algo que nos deberia preocupar a todos, incluido claro está Israel, dado su histrionismo, sus salidas de «pata de banco» su escaso «tácto» politico, sus tendencias «totalitarias» y las infúlas de salva pátrias de las que viene precedido … Nada en su catadura moral, le hace suceptible de ser merecedor de confianza alguna, y menos que nada, sus palabras demagogicas y populistas, las cuales desacreditan por si mismas, cualquier propuesta bienintencionada que de ellas pueda emanar …
Trump no es fiable, y su hipotetica politica, consecuentemente tampoco lo es …

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