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| domingo mayo 5, 2024

El proceso de paz que importa


Acabo de volver de pasar unas semanas en Norteamérica, donde el único tema sobre Israel que aparece en las noticias es la actual violencia palestina. Así que fue una agradable sorpresa llegar a casa y descubrir que en realidad el proceso de paz avanza estupendamente. Por supuesto, no me refiero a ése con el que está obsesionado Occidente, el sistemáticamente improductivo y actualmente inexistente proceso de paz con los palestinos. Me refiero al bastante más importante proceso de avance hacia la normalización con el resto del mundo árabe, que no sólo mejorará la seguridad de Israel a largo plazo sino que, probablemente, es esencial para que se produzca algún tipo de avance en la cuestión palestina.

Como informaba el Jerusalem Post la semana pasada, Israel se está convirtiendo en un actor cada vez más importante en el comercio del mundo árabe con Europa. Hasta hace tan solo unos años, la principal ruta terrestre de dicho comercio atravesaba Siria. Pero como la guerra civil ha imposibilitado seguir ese camino, cada vez más mercancías llegan por ferry desde Turquía a Haifa, y luego a Jordania en camiones que cruzan Israel. Esa ruta es más barata que la otra alternativa principal, que supone enviar los productos desde Europa a Egipto. El año pasado unos 13.000 camiones siguieron la ruta israelí; por encima del 25% más que el año anterior. Y el mes que viene está prevista la inauguración de una nueva línea de transporte, que permitirá el paso de otros 150 camiones al mes. El paso fronterizo de Sheik Husein, entre Israel y Jordania, se está ampliando para poder hacer frente a ese incremento.

Evidentemente, todo ello beneficia a la economía israelí, ya que Israel recauda derechos de aduana por cada cargamento. Pero más importante es que Israel, prácticamente por primera vez desde su establecimiento en 1948, está desempeñando un papel útil en la economía regional en vez de estar básicamente aislado de ella. Y cuanto más se beneficien sus vecinos árabes de laestabilidad israelí, más interés tendrán en mantenerla en vez de en perjudicarla.

No menos digna de mención fue la decisión adoptada la semana pasada por un parlamentario y personaje mediático egipcio, que desafió públicamente la tradicional oposición de su país a lanormalización con Israel. Aunque ambos países firmaron un acuerdo de paz en 1979, los políticos, periodistas, figuras de la cultura y demás élites egipcias llevan mucho tiempo oponiéndose a convertir esa paz fría en una relación normal. Por eso, pese al intercambio de embajadores, las relaciones bilaterales han sido limitadas y de un perfil bajo desde hace mucho, aun cuando la cooperación en materia de seguridad se haya vuelto cada vez más estrecha en los últimos años.

Pero la semana pasada el diputado y magnate de los medios de comunicación Tawfiq Okashadecidió desafiar el tabú de la manera más pública posible: anunció en directo por televisión, en su propio programa, que había invitado a cenar al embajador israelí, Haim Koren. Incluso prometió hacerse una foto con él y enviarla a los medios. Además anunció que la invitación se debía a un propósito sin precedentes: pedir a Israel que medie entre Egipto y Etiopía en la explosiva disputa que mantienen por el reparto del agua del Nilo, por el razonable motivo de que Israel mantiene buenas relaciones con ambos países.

Ni que decir tiene que estalló el escándalo. Otros dos diputados exigieron inmediatamente que Okasha fuera expulsado del Parlamento, y 100 más firmaron una declaración en la que se rechazaba la normalización con Israel y se exigía que se investigaran sus acciones. (En el mundo de los medios de comunicación Okasha es menos vulnerable a las repercusiones, ya que es dueño del canal que emite su programa).

A la hora de cuestionar una norma establecida, alguien siempre tiene que ser el primero. Y pese a las inevitables reacciones, pioneros como Okasha allanan el camino para que otros los sigan.

Entretanto, el parlamentario no se vuelve atrás. Sí que cenó con Koren, y en el transcurso de la reunión le propuso varias ideas de cómo podría Israel  ayudar a Egipto en diversos campos: recursos hídricos, agricultura y educación; áreas en las que destacan los israelíes y en las que los egipcios necesitan mejorar de forma apremiante.

Dado el actual panorama egipcio, la propuesta de mediación israelí realizada por Okasha no tiene, evidentemente, la menor posibilidad, y está por ver que de sus otras sugerencias surja algo. Pero su disposición a desafiar el consenso con tal de intentarlo ya es un paso adelante.

Por último tenemos el fascinante perfil que Associated Press realizó de Hosam Haick, un profesor árabe-israelí del Technion, el Instituto Tecnológico de Israel, y uno de los líderes mundiales en nanotecnología (sí, Israel tiene profesores árabes en sus universidades más destacadas). En 2013, con la colaboración del Technion, Haick lanzó uno de los primeros cursosonline en árabe de todo el mundo, un curso de nanotecnología. Desde entonces, cuenta que se han apuntado unos 14.000 estudiantes de Siria, el Yemen, Qatar y otros países. Algunos se borraron al enterarse de que Haick es israelí, pero a la mayoría no le importó.

Haick dice que considera que el curso es una forma de construir puentes entre Israel y el mundo árabe. Y tiene razón: es una versión online de la ruta comercial entre Haifa y Jordania. Igual que ésta permite por primera vez que el comercio regional se beneficie de Israel, el curso de Haick hace posible que por primera vez toda la región se beneficie de las universidades israelíes, de categoría mundial, y de su dominio tecnológico. Y cuanto más se beneficien de su existencia los vecinos de Israel, más interés tendrán en llegar a entenderse con él y no en destruirlo.

Todo lo anterior pueden parecer pasos insignificantes. Pero la serie de pasos insignificantes que se han dado en los últimos años no sólo supone un inmenso cambio respecto a la absoluta parálisis de décadas anteriores, sino que va sumando hasta llegar a constituir un avance significativo, aunque aún quede mucho por delante.

En último término, estos avances también son cruciales para que haya alguna esperanza de paz entre Israel y los palestinos. A menos que entre ellos surja de improviso un Anuar el Sadat, los palestinos necesitarán mucho apoyo del mundo árabe (y probablemente también mucha presión) para alcanzar el grado de compromiso que implicaría cualquier acuerdo de paz con Israel. Hasta ahora, el mundo árabe no ha tenido interés alguno en aplicar dicha presión. Pero si los países árabes se convencen de que las continuadas existencia y estabilidad de Israel les beneficia, al fin tendrán interés en presionar a los palestinos para que pongan fin a este secular conflicto.

© Versión original (en inglés): Commentary
© Versión en español: Revista El Medio

 
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