Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos a menudo han parecido las dos caras de la misma moneda, al menos para los ojos occidentales: dos poderosas monarquías ricas en petróleo, ambas aliadas de los Estados Unidos y ávidas consumidoras de armas estadounidenses, unidas en su determinación de mantener la seguridad y la estabilidad regionales en sus términos y en cooperación con Washington. Si había diferencias políticas o de perspectiva, en el mejor de los casos parecían cosméticas. Los dos países estuvieron del ...