Recibo, cada dos o tres días y en mi correo electrónico, un mensaje de un cobarde antisemita llamado Mario Ceva a quien intenté vanamente responder y no pude. El miserable no responde, su dirección no existe o bien tiene, como yo ahora, un cortafuegos que, no obstante, no puede evitar que yo reciba los títulos de sus mensajes. El tipo insiste e insiste en enviarme su despreciable mierda que, a la luz de su abundancia, debe de sobrarle. Ya no ...
































