Por Israel


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| martes mayo 21, 2024

Masei


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Los cuarenta y dos viajes y campamentos de Israel a través del desierto son listados, desde el Éxodo de Egipto hasta el establecimiento en las planicies de Moab, al otro lado del río, frente a la Tierra de Canaán. Los límites de la Tierra Prometida son enumerados y las ciudades de refugio designadas como lugares de exilio para asesinos involuntarios. Las hijas de Tzelafjád se casan dentro de su propia tribu de Menashé, de manera de que las propiedades que correspondían a su padre no pasen por herencia a otra tribu.

EL VIAJE CONSTANTE

La vida no es algo estático, sino que es un viaje permanente. De la infancia a la adolescencia, de la adolescencia a la adultez, de la adultez a la madures, de la madures a la ancianidad.
También a nivel espiritual estamos constantemente viajando, de etapa en etapa nos vamos elevando.
Y el mejor ejemplo de esto lo tenemos en nuestra parashá. Al describir los viajes de Israel desde Egipto, a través del desierto, hasta llegar a la Tierra Prometida, se está describiendo el ascenso desde las profundidades abismales de la esclavitud en la sociedad más corrupta de esos tiempos, Egipto, pasando por el desierto refinador, la entrega de la Torá en el Monte Sinaí, hasta llegar a la cima de la espiritualidad en la Tierra de Israel.

SE DISMINUYE EN ALEGRÍA… SE TRAE LA REDENCIÓN

Dicen nuestros Sabios: «Desde que se inicia el mes de Menajem Av se disminuye la alegría».
Literalmente y en términos prácticos, esto significa que a partir del primer día del mes, el duelo se acrecienta.
A partir de este día no se bebe vino ni se come carne (excepto en Shabat).
El jasidismo sumó a esa ley judía una óptica optimista. Además de vivir el duelo en términos prácticos, dice, hay que hacer algo para contrarrestarlo.
El duelo se debe a la destrucción, por lo tanto, además de sentirlo hay que reconstruir…
El duelo se debe al Galut (Diáspora), por ello, debemos incrementar los esfuerzos para salir de él, para traer la Redención del pueblo judío.
Este enfoque se encuentra en las palabras de nuestros Sabios, y se manifiesta en la sensible percepción del jasidismo:
«Desde que se inicia el mes de Av se disminuye…» todo lo que fue factor del Galut. ¿Cómo?… «con la alegría».
Con la alegría de cada Mitzvá, con la alegría de cada palabra de Torá, con la alegría de pertenecer al pueblo de Israel. (www.es.chabad.org)

El Mashiaj está presto a llegar. Su demora se debe a que debe terminar algún asunto con alguien en cierta punta del mundo. Cada uno debe pensar, que quizás él es esa persona.

RECONSTRUIR EL TEMPLO CON AMOR
Por Lieba Rudolph

Hablemos de la culpa judía. Se dice que si no presenciamos la reconstrucción del Templo Sagrado en vida, es como si presenciáramos su destrucción. Como si eso no fuera ya bastante complicado, la clave para la reconstrucción es fácil de decir, pero difícil de hacer: amar a otro judío, sin motivo alguno (ahavat Israel). Este amor repara el “odio infundado” (sinat jinam) que causó la destrucción del segundo Templo en Tisha BeAv, el 9 de Av, en el 69 EC.
Hasta la reconstrucción del Templo, nuestro pueblo se detiene para estar de duelo durante las tres semanas previas al 9 de Av. Durante este periodo (también conocido como las “Tres Semanas”) no hay bodas, cortes de cabello ni música. Durante los nueve días desde el 1º de Av hasta el 9 de Av (los “Nueve Días”), olvídate de nadar, de comer carne (salvo que sea Shabat) y de tomarte vacaciones. Luego está Tisha BeAv, un ayuno de 25 horas que, en el hemisferio norte, suele parecer aún más largo, porque el calor que hace en esa época es absurdo.
Pero lo que más me molestó siempre de este periodo es la claridad con la que podía ver lo que me faltaba.
En mi infancia, verano era sinónimo de diversión. Y siguió siendo así para mis parientes, para los viejos amigos y los vecinos que no sabían nada acerca de las Tres Semanas, los Nueve Días o Tisha BeAv. Alegres, se tomaban vacaciones y organizaban parrilladas, mientras yo me sentaba en mi casa en pleno verano, con un montón de niños y nada para hacer.
Debo admitir que no siempre pensaba con mucho cariño en aquellos compañeros judíos míos amantes de la diversión durante las Tres Semanas. Después de todo, razonaba, había hecho un gran esfuerzo para hacer lo que Di-s desea para que se pueda reconstruir el Templo. ¿Y qué pasa con todos los judíos a los que eso no les importa ni un poco? Ese era el peor pensamiento que podía tener acerca de los otros judíos, en especial en este momento. También sabía eso, por lo que ni yo mismo me agradaba demasiado en esta época del año.
Pero aun así, siempre mantuve una imagen del Templo en mi mente, y recordaba cómo me había inspirado durante un shabatón al que había ido con mi familia hace ya unos 30 años. Antes de ese fin de semana, sabía que el Templo había existido (había ido a Ierushaláim y había visto el Muro de los Lamentos), pero asumía que era algo así como una versión más grande de nuestra enorme sinagoga de Pittsburg. (¿Qué otra cosa podía pensar? Todo el mundo se refería a nuestra sinagoga como el “templo”).
Cuando en ese shabatón aprendí que Di-s hacía milagros en el Templo en Ierushaláim y que, hasta el momento de su destrucción, la gente de verdad sabía que Di-s existía, estaba emocionado por poder confirmar mis sospechas sobre la existencia de Di-s.
El Templo de Ierushaláim me daba suficientes pruebas de que todo el relato de Di-s y la Torá era verdad. Desde ese momento, la secuencia de ideas fue bastante directa: nuestras mitzvot aceleran la llegada del Mashíaj, quien reconstruirá el tercer Templo, que existirá por toda la eternidad. Aprender cosas sobre el Templo puso a la historia judía, y en general a toda la creación, en un contexto lleno de significado. Mis preguntas existenciales tenían respuestas justo aquí, en mi propio entorno religioso.
Al final del shabatón, mi marido y yo firmamos un contrato espiritual, seguros de que queríamos ser parte de la campaña por la reconstrucción.
Pero cada año, las Tres Semanas me resultaban difíciles, y solía caer en la trampa de molestarme por lo que los otros judíos no hacían por Di-s.
Recién hace poco tiempo noté un cambio en mi relación con Di-s y con el mundo. Ahora puedo ver a los demás judíos de una manera en la que antes no podía: puedo aceptarlos, amarlos y preocuparme por ellos sin importar lo que hagan, incluso durante las Tres Semanas. Que esta actitud sea de ayuda para la reconstrucción del Templo es casi un hecho secundario.
Me tomó muchos años internalizar que someter mi voluntad a la de Di-s sería mi puerta de acceso a la felicidad personal, y que lo que él más quiere de mí es que ame a los demás judíos. Lo que aún me sorprende es lo feliz que soy cuando lo hago. (www.es.chabad.org)

EN MEMORIA DE IOSEF BEN BARUJ HALEVI WINICKI Z´´L

 
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