En los huertos de naranjos de Sdot Yam, a orillas del Mediterráneo, junto a la antigua ciudad de Cesárea, solía refugiarse los sábados un jardinero de manos ásperas y brazos cortos pero fuertes a quien llamaban, aunque no lo era, Rabí Zakan. Sus ojos eran más azules que las orillas del océano y en su barba blanca, hirsuta y tupida, siempre había alguna semilla o un minúsculo trozo de pan dejados expresamente allí para los pájaros que, en su momento ...